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Bodas

La boda de Sara y Carlos: todo empezó en un tren

En ocasiones, el destino está escrito. Eso debieron pensar Sara y Carlos, quienes en un viaje en AVE encontraron al amor de sus vidas. La bonita historia de esta pareja comenzó y siguió sobre ruedas, hasta la llegada de un "sí, quiero" de ensueño.

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Cotton Blue Fotografía

Toda historia de amor tiene algo que la hace especial y única, pero la de Sara y Carlos va más allá... Ambos de Valencia, el destino hizo que tuvieran que vivir durante un tiempo en la capital, Madrid. En uno de sus viajes de vuelta a casa, Sara y Carlos vivirían la más bonita de las casualidades: con el fin de poder compartir los gastos del billete, Sara contactó con una chica por Facebook para tramitar la compra y poder compartir una mesa de cuatro. ¿La gran sorpresa? Esa chica resultaría ser hermana de Carlos, quien también viajaría con ellas hacia tierras valencianas. Entre charlas, risas y complicidad, el viaje de vuelta a casa se hizo corto para ambos jóvenes, quienes soñaban con seguir manteniendo el contacto. Así, y con motivo del cumpleaños de Sara, Carlos contactó con ella por redes sociales... Y ahí, en ese mágico momento, todo comenzó para ambos. 

Después de un año idílico viviendo una intensa historia de amor, ninguno de los dos dudó en querer seguir disfrutando de ese mismo camino de la mano. Así, a escasos meses de su segundo aniversario como novios, Carlos quiso que su escapada juntos a Alemania en diciembre de 2015 fuera muy especial... En un tren dirección a Nuremberg –donde la pareja se dirigía a ver mercadillos navideños–, Carlos cogió la mano de Sara y la colocó en su bolsillo, donde esperaba un precioso anillo de pedida. Sin apenas formular palabra, más que un simple "tengo que pedirte algo", tanto Sara como Carlos supieron que ese instante se había convertido en el principio de una nueva y feliz vida juntos. Después, solo faltó anunciarlo a las familias, y tres semanas después llegaría el gran momento en una cena de Nochebuena inolvidable.

Justo un año y once meses después de conocerse, el 4 de junio de 2016, Carlos y Sara se daban el "sí, quiero" en un enlace único. Valencia y la iglesia Compañía de Jesús, especial por la mágica historia de su entorno y por ser un lugar conocido por Sara, pues se había inspirado en cada uno de sus rincones para llevar a cabo el proyecto final de la carrera de arquitectura, acogieron su romántica celebración.

Soñaban con una boda romántica, con toques clásicos y una esencia muy personal, que reflejara en cada detalle su intensa historia de amor. De este modo, su enlace fue el resultado de una mezcla de estilos inconfundible, entre el vintage más romántico y un toque desenfadado propio del rústico –como el reflejo más nítido de la personalidad de Sara– y un estilo allegado al clasicismo –un inconfundible en los gustos del novio–. 

La temática en la que Carlos y Sara quisieron inspirar su enlace fue el motivo por el que ambos acabaron encontrándose y uniendo sus vidas: los viajes. Así, cada mínimo detalle se convirtió en un guiño perfecto a su gran pasión. Las invitaciones de boda tenían la forma de un billete de tren vintage, que quedaba envuelto en un precioso mapamundi donde se reflejaba el primer trayecto que ambos compartieron en aquel AVE camino de Valencia. Cuidando hasta el más mínimo acabado, Carlos y Sara quisieron cubrir estas invitaciones con un cordel del que colgaba un tren de madera –en realidad, un imán de nevera–, con la romántica cita: "Todo empezó en un tren". El seating plan, por otro lado, y bajo el asombro de todos los invitados, consistía en escanear con un iPad unos códigos QR escritos en sobres personalizados con el nombre de cada invitado –colgados con un cordel a lo largo de una de las escaleras del lugar de celebración–. Al escanearlo, la mesa que correspondía a cada invitado aparecía en una pantalla, y cada nombre correspondía a las ciudades favoritas de la pareja. Los viajes siguieron siendo el denominador común del enlace de Carlos y Sara, y eso pudo reflejarse en el libro de firmas –un globo terráqueo de estilo vintage– y en el especial candy bar –que contenía dulces de todos los países que la pareja había visitado en los últimos meses–. 

Los detalles handmade también tuvieron gran protagonismo: en las mesas del banquete –como indicadores de boda– la pareja apostó por el handmade creando unas maletitas de Lego envueltas en sobres de papel kraft y decoradas con sellos de viaje y una fina cinta de color turquesa. Del mismo modo, los muñecos de la tarta fueron pintados a mano por Sandra, con un look idéntico al de ellos vestidos de novios, así como también fueron pintados por ella unos muñequitos que la pareja regaló a la hermana de Carlos y a su futuro marido. 

Además de la evidente tematización del enlace, en la boda de Carlos y Sara también destacaron otros básicos, como el coche nupcial –un Beetle clásico rojo descapotable que no pasó desapercibido para nadie– y la entrega del ramo de Sara, quien quiso seguir una bella tradición brasileña: atar al ramo a tantas cintas de colores como solteras haya en la boda y hacer que cada una estire de una de ellas mientras la novia las va cortando al son de la música. Al final, únicamente puede quedar una cinta, aquella que sujete la chica que deba quedarse con el ramo. No obstante, Sara hizo una excepción y dividió el ramo en dos, dejando así dos cintas sin cortar.

En cuanto al look nupcial, ambos novios lucieron espectaculares. Carlos optó por un chaqué en color gris de Casa Rosita, tirantes grises, chaleco con una sutil muestra de rombos y puntos azules –una pieza heredada de su padre–, camisa blanca y corbata azul cielo. Le acompañaron unos zapatos clásicos de Calce, junto a unos gemelos y un reloj de Patek Philippe –heredados de su abuelo materno–. Por su parte, Sara brilló con un vestido de muselina de seda, con cuello de barco y cintura drapeada abotonada por detrás, dejando su preciosa espalda desnuda y enmarcada con encaje gris... Un vestido único diseñado por ella misma y confeccionado por Lucía Novias. En cuanto a los zapatos, Sara apostó por el rosa palo en unos zapatos de la Argentina, acabados en punta y de fino tacón bajo. A juego, su ramo estaba compuesto por peonías y mini rosas en tonos pastel y blancos, con pequeños toques verdes y grisáceos; una espectacular obra de la floristería Amanda. A partir de unas joyas antiguas de su madre –de la joyería Duato–, Sara lució unos pendientes únicos; una pieza alargada en oro blanco con cinco brillantes incrustados de la que colgaba una perla blanca alargada. Como joyas, también lució su anillo de pedida –de Plaza Joyeros– y una pulsera tipo caña en oro blanco y brillantes de su madre. Finalmente, el peinado y el maquillaje pusieron el broche de oro a su perfecto look de novia: un semirecogido trenzado muy abierto –elaborado por Ana Borja–, junto a un tocado de gran sutileza de pequeñas hojas de nácar blancas sobre una estructura de alambre de Digocca Tocados. El maquillaje fue obra de Marieta Bellesa, quien consiguió dar al rostro de la novia toques de luz únicos gracias al uso de tonalidades frías muy suaves y una perfecta piel en tonos melocotón. 

Sin duda, la boda de Sara y Carlos resultó ser un día perfecto y lleno de sorpresas, donde la personalidad y el amor de ambos brillaron con luz propia. De esta mágica luz pudo hacerse eco Cotton Blue Fotografía, gracias a su presencia en el romántico enlace y a un sinfín de capturas absolutamente maravillosas. No perdáis detalle de ellas.

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