De todas las islas que forman el archipiélago balear, Menorca atesora gran parte del encanto que las caracteriza. Un ambiente incomparable, mezclado con unos parajes naturales que se han convertido en la envidia de todo el mundo es la carta de presentación con la que esta tierra de caballos despliega todo su encanto. Pequeña por extensión, pero grande en cuanto a riqueza paisajística se refiere, la conocida como la “isla tranquila” conseguirá embriagaros con su clima de calma, el turquesa deslumbrante de sus recónditas playas y la magia singular que envuelve alguno de sus más emblemáticos municipios.
Por todos estos motivos, celebrar aquí una boda se convierte en una experiencia única al alcance de pocos que no dejará a nadie indiferente. Algunas de las fincas más notorias del lugar consiguen brindaros la posibilidad de convertir en una realidad este sueño. El blanco característico de sus fachadas, el verde imperante de sus jardines y el azul que predomina en su decorado se convierte en la combinación perfecta que da lugar a majestuosos enclaves que os cautivarán por su belleza.
Convirtiéndose en todo un referente de la tradición y en el reflejo de la parte menorquina más histórica, Ferrerías se erige en el interior insular custodiada por grandes núcleos urbanos como Es Mercadal y Es Migjorn Gran. Este pequeño paraíso conseguirá llamar vuestra atención gracias a sus imponentes acantilados y sus formidables calas.
Pero, sin duda, si dos ciudades se alzan imperantes en esta región, esas son las localidades de Ciudadela y Mahón. Siendo dos de los puntos más visitados de la isla, albergan algunas de las fincas más increíbles y de los entornos más exuberantes por descubrir.