Soy Cristian, padre de dos hijos, Jordi y Bru y, desde hace 10 años, parte del equipo de fotógrafos de bodas de CiC Estudi fotogràfic. Me considero una persona con mucha sensibilidad y con el convencimiento de que no hay nada más bonito que captar la esencia del momento a través de la fotografía.

En 2013 me compré mi primera cámara, una Sony Alpha 50 con un par de objetivos y un flash. Había realizado algún curso amateur de fotografía, y allí donde iba, siempre llevaba la cámara encima. Por aquella época, colaboraba con una personal shopper y estaban realizando unas series de sesiones fotográficas de diferentes estilos de maquillajes.

Después de esas sesiones, empecé a realizar cursos más profesionales sobre fotografía de modelos, de paisajes, nocturna, de viajes... Aprovechando cualquier ocasión para poner en práctica todo lo aprendido.

Hacia mediados 2014 empecé a realizar alguna colaboración con diferentes fotógrafos de bodas, y allí continúe aprendiendo muchísimo más sobre este ofició. Aprendí lo bueno y lo malo de la profesión, pero, sobre todo, aprendí qué es lo que no quería hacer, qué estaba dispuesto a aceptar y que no.

Boda tras boda, pude observar y percibir cómo se sentían los novios frente a la figura del fotógrafo. En una ocasión incluso llegué a escuchar como los novios le recriminaban a un fotógrafo que querían disfrutar de su día y este les respondía que, no se quejaran si luego nos les gustaba el resultado. Aun, hoy en día, no doy crédito a aquel comentario. Pero, también tuve la suerte de conocer y colaborar con auténticos profesionales, que me enseñaron como quería trabajar realmente.

Fue a finales de 2015 cuando, con todo lo aprendido, decidí empezar a trabajar por mi cuenta. Teniendo siempre presente qué querer ofrecerles a los novios: un trato agradable, confianza, tener en cuenta sus gustos, asesorarles en todo lo que necesiten, un reportaje lleno de realismo y naturalidad, pero, sobre todo, un fotógrafo que no estén constantemente diciéndoles que es lo que deben hacer, como deben sonreír o como deben darse el beso para que quede bien en la fotografía.

Y con esta manera de trabajar, sigo desde el primer día. Con grandes triunfos y, porque no decirlo, con grandes derrotas, pero, sobre todo, sin perder nunca la ilusión y las ganas este trabajo. No hay nada más reconfortante, ver como se deslizan lágrimas de alegría por las mejillas de los novios al recibir y ver el trabajo. Ese es el principal motivo por el que sigo en esta bonita profesión.