La boda de Sara y Kilian en Alzira, Valencia

Ya en el banquete todos se veían felices. Yo no tuve ocasión de comer mucho durante el cóctel, entre fotos con unos y fotos con otros, pero bueno, eso ya era algo de esperar. La velada desde el momento en que entramos al gran salón se convirtió en un momento cada vez más mágico. Muchos han coincidido en que la boda fue de las más divertidas y emotivas que han vivido, y esa es precisamente la experiencia que buscaba: una combinación de alegría y emoción que fuese cada vez a más. Creo que la palabra que mejor define la situación es que fue una velada mágica. Desde el momento en que comenzó a sonar música discotequera de repente al momento del sorbete y de pronto nos levantamos los novios y unos cuántos compinchados a lo largo de la sala a bailar un flashmob perfectamente coreografiado, las sorpresas comenzaron a sucederse una tras otra, culminando con el vals final que se compuso expresamente para la ocasión, y esos chorros de fuego frío que centelleaban a nuestras espaldas durante los últimos compases del vals fueron el clímax de un día perfecto, antes de dar paso a la discoteca y la barra libre.

Como la boda coincidió con la noche de Halloween, en la discoteca colocamos un gran baúl lleno de disfraces, que fue la sensación de la noche.

Pocas veces en mi vida he estado tan nervioso, pendiente de que todo saliese bien. Es curioso cómo desde el momento en que entré al salón hasta que acabó el vals estuve con ansiedad toda la tarde, apenas disfruté el menú de los nervios que tenía encima y, sin embargo, el recuerdo que conservo de la velada es de que todo salió fenomenal. Y es que, en definitiva, tuvimos una boda de película, y ese es el recuerdo que nos llevamos de este día tan mágico.