La boda de Óscar y Ariana en Bentraces, Orense
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Ó&A
07 Ago, 2021El día de nuestra boda
Tras una semana de muchos problemas y noches sin dormir, la noche previa a la boda no fue diferente. Todo estaba pensado para el exterior al ser verano y estar en plena oleada de Covid, y las lluvias no dejaban de amenazarnos. A las 6 de la mañana ya no podía más, necesitaba volver a ver el radar de las precipitaciones (mi mejor amigo/enemigo en los días previos a la boda), y al fin se habían ido. Me levanté con muchísima energía, pese a no haber dormido casi nada y al abrir la cortina entraba un sol precioso. Creo que nunca había sido tan feliz madrugando. Tuve todo el tiempo del mundo para disfrutar de los preparativos y también para ir sumando nervios. Nunca olvidaré esos momentos previos a la ceremonia con mis padres y mis abuelos.
Y tras fotos, retoques y risas nerviosas, comenzaba a sonar la música que indicaba que llegaba el gran momento. Nuestro momento. Cuando escuché la canción de la entrada del novio me temblaba todo, estábamos mi padre y yo solos dentro del Pazo en silencio, pensando quién estaba más nervioso de los dos. Llegó el momento, mi canción. No podía llorar porque me esperaba una bajada por unas imponentes escaleras de piedra con musgo resbaladizo por la lluvia nocturna, así que lo disfruté muchísimo, no podía dejar de sonreír viendo a mi futuro marido esperándome allí abajo. La ceremonia civil fue una representación de lo que somos nosotros, sencillos, alegres y sensibles. Hubo momentos de llanto, de risa, de recuerdos, pero, sobre todo, estuvimos rodeados de muchísimo amor, y todo ello pese a bajas importantísimas (como una de mis mejores amigas) por ser positivos en Covid.
Seguir leyendo »Finalizada la ceremonia, tras haber volado cientos de pétalos, llegó un momento muy importante en toda boda gallega: empezar a comer. Sabíamos que contábamos con el mejor catering que uno puede esperar, ¡y desde luego estuvieron a la altura de las exigencias de todos los paladares! Tras un banquete muy animado, donde no había lugar al aburrimiento o sueño, llegó el momento del baile, en el que un amigo cercano nos cantó una canción preciosa. Después de ello, ¡solo quedaba darlo todo bailando! Qué gran elección de DJ y qué noche de baile nos dimos todos, mayores, jóvenes, pequeños... Hubiésemos querido más, pero las restricciones no lo permitían. Tras trece horas de celebración, los novios acabamos en la piscina, y pese a cómo acabó mi vestido, no quería quitármelo por nada del mundo. Fue el día más bonito de nuestras vidas. Estuvieron (casi) todos los que tenían que estar, y lo recordaremos toda la vida. Solo nos queda sonreír y echar alguna lagrimita recordándolo todo con las fotos y vídeo de boda.
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