La boda de Elena y Daniel en Madrid, Madrid

Durante el cóctel quisimos hacer varias fotos y, por suerte, los camareros de la finca no nos quisieron dejar atrás con el cóctel y nos estuvieron dando de comer de todos los platos en cada pausa entre fotos. Además, tuvimos suficiente tiempo como para hacernos fotos con cada uno de los grupos familiares y de amigos para tener un recuerdo realmente especial y a la vez poder pasar tiempo con cada persona invitada.

Llegó la hora de la cena y no podíamos tener un menú más perfecto para este día. Crema de calabaza, bacalao, solomillo a la mostaza y delicia de chocolate. Siempre es un cliché lo de que el postre es lo más bueno de la cena; pero tras numerosas veces que los invitados nos han repetido que les encantó la delicia de chocolate, no tenemos más opción que repetirnos en el tópico. En la mesa les pusimos unos retos para que todo el mundo se relacionara durante la barra libre y todos se lo tomaron tan a pecho que, apenas habíamos terminado el postre, ya había una mesa que vino corriendo a levantarnos en volandas. Nos obsequiaron además con unos vídeos llenos de fotos de todos estos diez años juntos, que nos volvieron a sacar la lagrimilla.

Por último llegó la hora del primer baile y de la fiesta. Gracias a la ayuda de todos, que se animaron a bailar durante el estribillo, apenas se notó como Dani no recordaba totalmente la coreografía (aunque parecía que simplemente no quería pisar el vestido a la novia). Después, entre las muchísimas fotos con el Fotomatón, varias copas y muchísimos bailes; la noche se pasó volando y por desgracia llegó la hora de despedirse.

En definitiva fue un día perfecto, intenso y lleno de momentos inolvidables. Nos hubiera gustado poder celebrar 100 bodas para poder estar el tiempo que nos hubiera gustado con cada uno de los invitados, pero entonces dejaría de ser un día único en nuestras vidas. ¡Muchas gracias a todos los que vinieron y que hicieron que este recuerdo imborrable tuviera lugar!

PD: Ese día el pronóstico era de 90% de lluvia durante todo el día. Decidimos aplicar el refran de "al mal tiempo, buena cara" y nos fuimos a la finca dispuestos a darlo todo. El destino quiso que al final solo lloviera un gran chaparrón durante la cena (durante la cual estábamos a cubierto) y nos brindó un solazo durante la ceremonia y el cóctel. Esto demuestra que lo más importante es siempre la actitud que uno tenga y el resto simplemente es una cuestión de perspectiva. Sabemos que aunque hubiera caído un tormentón durante todo el día, nada nos habría impedido bailar sonriendo bajo la lluvia.