La boda de Valentín y Irene en Sevilla, Sevilla
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V&I
04 Oct, 2014El día de nuestra boda
Cómo no podía ser de otra forma, sabíamos desde el día que comenzamos a pensar en ello que nuestra boda debía tener inspiración viajera y es que nuestro amor ha dado la vuelta al mundo. Desde las invitaciones, la decoración de los espacios hasta el último detalle del photocall y los regalos para los invitados debían estar inspirados en nuestros viajes.
Los preparativos han sido de lo más divertido y los hemos disfrutado de principio a fin: diseñar las invitaciones, buscar la decoración para los rincones del restaurante, hacer las manualidades, diseñar todos los detalles para nuestros invitados, elegir el vestido y los complementos, los testigos, los regalos para esas personas especiales. La diversión comenzó aproximadamente una semana antes de la boda, cuando nos desplazamos desde Madrid (nuestra residencia desde hace 4 años) hasta Sevilla, la ciudad que nos ha visto nacer y dónde nos esperaba toda nuestra familia y amigos de siempre para celebrar este gran día. Estaba claro que no podían faltar nuestros amigos madrileños, los que nos acompañan día a día, así que ese mismo viernes se desplazaban todos en AVE para no perderse nada del fin de semana.
Seguir leyendo »A su llegada les esperamos con una cena de preboda en un pub sevillano del centro, donde comieron y bebieron y nos ayudaron a relajar tensiones bailando y riéndonos hasta bastante tarde. Al llegar a sus respectivas habitaciones del hotel tenían todos una postal de Sevilla con unas palabras dedicadas personalmente a cada uno, agradeciendo su esfuerzo por venir.
El día B, los dos nos despertamos en nuestras respectivas casas de la niñez y allí comenzaron los últimos preparativos: mi traje, el de mi madre y el resto de nuestras cosas ya estaban en la habitación del hotel donde nos íbamos a vestir: el Alfonso XIII. Así que de casa a la peluquería a ponernos guapas y luego allí, donde nos esperaban mi padre, mi hermano, mi cuñada y mi mejor amiga. Compartimos unos momentos muy íntimos y emotivos en esa habitación y brindamos con champán para relajar los nervios.
A la hora indicada, mi padre y yo salimos en el coche para el Restaurante Abades Triana, donde tendría lugar la ceremonia y el resto de la celebración. La ceremonia fue al atardecer, con una luz preciosa que envolvía a Sevilla al pie de su río. Las palabras que nos dedicaron nuestros familiares y amigos fueron una sorpresa total, con sus consiguientes lágrimas por la felicidad y emoción.
De ahí, tras una super lluvia de confeti, pasamos al cóctel donde nos esperaban un jamón buenísimo cortesía de mi suegro y unos aperitivos impresionantes, ambientado con música en directo y con los abrazos y besos de todos los que estaban allí. A continuación, llegó la hora de la cena, y no podía ser de otra forma: teníamos que entrar bailando Valentín y yo al salón.
La cena pasó volando (como el resto del día): la comida perfecta, hubo momentos de intensa emoción (el reparto de regalos a nuestras familiares), otros muy divertidos (como el baile improvisado de mi suegro y la entrega del regalo de los amigos del novio, que fue una caja fuerte) y, por supuesto, de felicidad plena por estar casándome con el hombre más maravilloso del mundo.
Cuando bajamos para comenzar la barra libre al embarcadero del restaurante, teníamos preparada la proyección de un video que resume nuestra década de relación, siempre inspirado en todos los viajes que hemos realizado juntos. La apertura del baile fue algo inesperado para todos los invitados: comenzamos con un baile lento (I don’t want to miss a thing de Aerosmith), pero nuestro DJ que es un artista nos hizo una mezcla de pista para continuar con We go together de la película Grease, que bailamos conforme a la coreografía que habíamos ensayado en casa y quedó perfecto.
Luego ya comenzó el desmadre, el baile, las copas, en definitiva: ¡la fiesta! Repartimos disfraces (gorros de almirante y piloto como no podía ser de otra manera, gafotas, collares hawaianos), chapas personalizadas, pashminas para el frío, puros, y por supuesto no podían faltar chucherías y frutos secos regados con una barra de Ginebras premium. El photocall fue todo un exitazo y así, en un pis pas, la noche pasó y a las 7am llegó la hora de irse yendo.
Pero ahí no terminó todo. A la salida, todos los invitados tenían disponible un kit para sobrevivir al día siguiente del bodorrio del siglo (nos consta que les fue bastante útil). Os dejo unas fotos de los preparativos, de nuestro día y de todos los detalles. Desde luego, nuestro día no nos pudo salir mejor y lo recordaremos como uno de los más bonitos de nuestra vida.
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