La boda de Raúl y Maite en Madrid, Madrid
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R&M
18 Feb, 2023El día de nuestra boda
Raúl y yo, aunque sociales, no somos convencionales. Nos casamos por lo civil con nuestros padres y abuelos y fuimos a comer un menú del día en un bar cercano a los Juzgados. Eso sí, el sábado 18 de febrero liamos la que no se liaba en Gran Vía desde el destape.
La organización del evento fue un infierno, no puedo engañar a nadie. Nervios, lloros, gritos, discusiones, dinero... No vuelvo a casarme por no pasar por esto, así lo digo.
Las dos piedras de toque fueron, sin duda, dos: el vestido, que no quería que fuera blanco, por cuestiones ideológicas personales, y el sitio, que, no iba a ser ni una iglesia ni la típica finca.
Primer consejo: Organiza la boda que puedas pagarte. Por dios, no pidas un préstamo. El 100% de las amigas que han pedido un préstamo para hacer "la boda de sus sueños" se han arrepentido: ni fue tan sus sueños, ni quieren seguir pagándola 2 años después. Tampoco cuentes con que lo van a pagar los invitados, porque te puedes llevar una sorpresa. Piensa que es dinero perdido, y todo lo que venga, bienvenido. Pero ten cabeza, que esto es solo una fiesta, no un evento que va a determinar tu vida (está muy bien que sea bonita y tal, pero a las dos semanas solo es eso, un recuerdo, y tu vida sigue igual).
Seguir leyendo »Reservamos una habitación en el Gran Hotel Inglés para la noche anterior a la celebración, así, podíamos hacernos las fotos de los preparativos y el first look allí, en lugar de en nuestra casa (que no es que esté mal, pero a ver, es un piso de 50 m² en el centro, no el hall de un hotel "5 Estrellas Gran Lujo". Además, no tenía mucho sentido dejarse 600 euros en una habitación para la noche de bodas si vas a llegar, como pensaba llegar yo, a las 4 de la mañana hecha un zarrapastro y hacer check-out a las seis horas después. Esto fue una triunfada: disfrutamos el hotel, el desayuno y las fotos quedaron espectaculares, y al día siguiente, como estábamos en casa, nadie nos echó y pudimos hacer la seta todo el día.
Yo llevé un vestido rojo, escote asimétrico, cuerpo sirena, raja lateral y lentejuela fina. Fue una apuesta arriesgada y me arrepentí hasta el último minuto de no haber pasado por el aro del vestido blanco, ¿pero sabéis qué? Que se la sudó a todo el mundo. Así que consejito: suda de convenciones porque los detalles de tu boda son para ti, no para el recuerdo de los demás. Además, que si tienes invitados que van a criticar tu manera de hacer las cosas, esa gente sobra.
Esto es superimportante: invita solo a quien quieras que esté allí. Yo no invité a media familia, porque era ridículo si llevamos años sin hablarnos, y puedo aseguraros que no los eché en falta, al contrario, si hubieran llegado a estar hubiera sido un grano negro en vuestro recuerdo. Y, por el contrario, ¿sabes esa amiga de la universidad con la que llevas más de 5 años sin hablar pero que fue superespecial vuestra relación? Manda un mensaje. El no ya lo tienes, ¿qué puede pasar, que venga? Mis mayores sorpresas fueron las personas que pensaba que se habrían olvidado de mí, y resulta que movieron cielo y tierra para poder presentarse y agradecieron infinito la invitación.
Celebramos una ceremonia que ofició un amigo común en el Museo Chicote, la primera coctelería de España, de decoración original art decó y Patrimonio Histórico de Madrid. Allí nos hicimos unas fotos extraordinarias que si decimos que son del siglo pasado de dos estrellas de Hollywood que estaban de visita os lo creéis. Vaya que si os lo creéis. Tras la ceremonia, donde ambos leímos nuestros votos y familiares hicieron un repaso de nuestras vidas, se abrió un pequeño cóctel... Y la barra libre.
Después, comimos en el salón superior del Mercado de la Reina. La idea con el banquete no era experimentar (si quieres probar deconstrucciones de tortilla trufada esferificada te vas a DiverXO con tu señor/a el siguiente fin de semana, en mi boda, no), sino ofrecer una variedad conocida, que a todo el mundo le gustase y fuera sabores reconocibles para todos.
Tras la comida, volvimos al Museo Chicote, donde abrimos el baile con un chotis y aguantamos hasta la madrugada. Algunos amigos se fueron a discotecas, pero Raúl y yo enfilamos a casa, pasando por el McDonalds 24h de la calle Alcalá, y nos dimos el último homenaje en el sofá.
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