La boda de Pedro y Claudia en El Molar, Madrid

Estuvimos siempre muy tranquilos hasta el mismo momento de empezar la ceremonia. Al empezar a sonar la canción con la que sabes que tienes que entrar la sensación de nervios, alegría, miedo, bloqueo es máxima! Yo miré a mi madre, que es quién me acompañó al altar, y le pedí un minuto porque no podía salir de la puerta. No fui capaz de mirar a ningún invitado hasta que vi a mi marido allí esperándome. Sin duda esa imagen es un recuerdo que no va a desaparecer fácilmente. Entonces me relajé de repente, empecé a llorar, mi marido también, mi hermana y cuñado también, quienes iban a oficiar la boda ficticia, y siguieron llorando el resto de invitados, lo que es muy gracioso para ver en las fotos semanas después de la boda.

Una vez empezada la ceremonia todo empezó a ir superrápido y en nada ya estábamos cortando la tarta. ¡Debe ser verdad eso que dicen que cuando te diviertes el tiempo se pasa volando! Todo fue estupendamente, nada falló (si no contamos que se me olvidó ponerme la liga... jajajajaja).

Nuestros consejos: rodearos de personas (tanto familiares, amigos, pero sobre todo los profesionales que contratéis) que os hagan sentir seguros y en los que podáis confiar para dejarlo todo en sus manos. El jefe de nuestro catering nos organizó y ayudó con toda la boda desde la organización hasta el timming el mismo día, y enseguida nos hizo sentir que sabía exactamente lo que hacía, lo que esperábamos de él, lo que queríamos en nuestra boda y lo que no, y eso nos dio una confianza total. De no haber sido por él no habría sido para nada tan perfecto todo.

Tengo claro que no me volveré a casar, pero si tuviese que hacerlo lo volvería a dejar en manos de Raúl de La Juliana Catering. Sin él no hubiera sido lo mismo.