La boda de Montse y Carlos en Cervello, Barcelona

El caminito hacia la iglesia del brazo de mi padre fue fantástico. Me sentía la mujer más feliz del mundo viendo a mi padre lleno de orgullo. Se abrió la puerta de la iglesia y allí estaba ese chico que en tres años había llegado a lo más profundo de mi corazón, un lugar que ni siquiera yo conocía.

Tras el “sí quiero”, lleno de aplausos y lágrimas de felicidad nos esperaba fuera un coro rociero, para cantarnos la “Salve rociera”. Fue un momento mágico, con toda nuestra familia coreándonos.

De ahí hacia el restaurante El Lledoner, en Vallirana, donde el fotógrafo nos hizo un fantástico reportaje en sus jardines.

Aperitivo con la familia y llegó el momento de entrar al salón. Entramos llenos de orgullo. Toda esa gente que nos esperaba sonriendo era nuestra familia y amigos, una familia que nos quiere con locura, y nosotros los adoramos.

A partir de ahí, fue una noche mágica donde no faltaron detalles, una gran comilona, sonrisas y lágrimas de felicidad.

Bailamos con la canción que le canté a mi amor en nuestra primera cita de Whitney Houston. Y en ese momento me di cuenta de todo lo que estaba sucediendo, ¡por fin era feliz!

Y es que hay una frase muy muy certera...”Nunca te rindas pues quizá la última llave sea la que abra la puerta”. ¡Y nuestra puerta de la felicidad acaba de abrirse!

Ahora a ser muy muy felices y a buscar con gran alegría nuestro tesoro más preciado: nuestro deseado bebé. ¡Vamos a formar una gran familia!

Gracias a todos los que hicisteis posible que el día de la madre fuera el día más feliz de mi vida.

Un fuerte abrazo, Montse.