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27 Jun, 2015El día de nuestra boda
Desde que nos conocimos, hace 9 años y medio, supimos que estábamos hechos el uno para el otro. Nunca hubo falta decidir si nos casábamos o no, todo fue rodado, sobre la marcha. Compramos nuestra casa tres años antes de la boda para ir preparándola con cariño y mucha paciencia, para que no faltase un detalle.
Al verano siguiente decidimos poner la fecha de nuestro día B (¡estáis locos, con dos años!). Este margen nos permitió organizar la boda a nuestro gusto, con calma, sin carreras y sin agobios finales. Fuimos unos novios relativamente tranquilos hasta el final.
Nos casamos el 27 de junio de 2015, en plena ola de calor sevillana; pero ni el sol quemando fuera hizo que me preocupase por nada. Tuvimos la suerte de contar con una organizadora maravillosa, con la que nos topamos casi sin pensarlo, ya que nos la incluía la Hacienda donde lo celebrábamos. Ella se encargó de ayudarnos en todo (¡cuánto tenemos que agradecerte Rosa!).
A las 4 de la tarde ya estaba mi peluquera en casa, tenía que peinarnos a mi madre y a mí, yo fui la primera. Quedé maravillada con el resultado, mucho mejor que en la prueba y que en la modelo. Me sentía segura, tranquila, disfrutando hasta de los tironcillos del pelo. Por otro lado, mi madre no paraba de dar vueltas, intentando que todo estuviese bajo control. Mi padre por el suyo decía estar muy tranquilo, viendo la tele, haciendo tiempo.
Seguir leyendo »Llegó la maquilladora, y con ella el cámara y el fotógrafo. Empecé a vestirme junto con mi madre, mi tía y mis damas de honor. Fue rápido, el vestido me quedaba como un guante, me sentía princesa, pero, sobre todo, me sentía cómoda, me sentía yo misma. Hubo muchas risas, porque al principio tenía cierto respeto al vestido, a sus capas, al cancán, y tenía verdadero miedo a caerme, pero fue dar dos pasos y supe que iba segura.
En la puerta de mi casa me esperaba mi coche clásico, mi jaguar. Era claramente el coche que quería, tan amplio, tan cómodo, tan de película. Junto con mi padre y una de las cámaras nos fuimos para la iglesia. Llegué menos de cinco minutos tarde, seguía siendo yo, tan puntual y formalita.
Allí me esperaban los invitados, muchos de ellos fuera de la iglesia, otros dentro. Formaban el cortejo mis 3 damas de honor y mis 4 niños (paje y damas). Cuando entré en la iglesia ya empezaron las emociones intensas, los nervios a flor de piel, todo lo que tenía contenido se soltó. Mis amigos interpretaban unas bellas melodías, originales, era una sorpresa, y a mí se me saltaron las lágrimas camino al altar. Allí estaba el que sería mi marido. Me miraba emocionado y a la vez tranquilo, es uno de esos momentos más emocionantes, ver como tu novio te espera en el altar con los ojos brillantes y cargados de emoción.
Fue una ceremonia muy bonita, sin grandes empalagos, pero muy romántica. Posteriormente fuimos a la capilla de nuestra hermandad, e hicimos una ofrenda a nuestros titulares. Momento que recordaré por siempre.
Con lo bien de tiempo que íbamos ya se nos echó la hora encima y fuimos deprisa y corriendo a la zona donde nos hacíamos las fotos.
Llegamos a la hacienda, la organización se palpaba desde la misma puerta, donde nos dieron paso una vez estaban todos los invitados en la zona del aperitivo. Los invitados nos esperaban con bengalas, mientras sonaba la música (¡momento inolvidable!). En el aperitivo nos tiraron fuegos artificiales mientras sonaba de fondo el Himno del Centenario de nuestro equipo, el Betis, a piano. Momento de pelitos de punta. El aperitivo se me pasó volando, saludando, haciéndonos fotos, cuando nos dijeron de entrar al salón parecía que acababa de llegar. Fue el momento donde más me agobié, todo el mundo quería fotos, yo quería estar con todo el mundo, y finalmente hubo gente con quien ni foto me hice.
La entrada al salón fue de esos momentos que la gente no olvida de una boda. Con la canción de Hasta mi final de Il Divo fueron entrando los padres y luego nosotros con la luz tenue. Cargada de gestos románticos y con mucho sentimiento fuimos muy aplaudidos.
La comida y el servicio fueron excelentes, Hacienda el Alba, sois impresionantes. Durante la comida, hicimos entrega a los padres de una placa, una rosa y una foto de nosotros de hacía media hora, que nos hizo un estupendo fotógrafo. Los padres se hartaron de llorar, yo sólo sabía reír con toda la alegría del mundo en el cuerpo.
Tras el reparto de los regalitos pasamos al salón de la barra libre, abrimos la barra libre con el baile nupcial, que corto se me hizo. Fue mejor de como siempre había soñado, momento entre tu ya marido y tu tan íntimo, a pesar de estar rodeada de tanta gente.
Al baile le siguieron 5 horas de barra libre, donde hubo momentos para todo: tiré una réplica de mi ramo, proyección del vídeo de la preboda, del tráiler de nuestra boda, mi marido me quitó la liga y se la colocó a mi mejor amiga, mucho bailoteo y mucha marcha. Regresamos a casa a las 8 de la mañana, volvimos en el autobús con los invitados. Se lo recomiendo a todos los novios, se pasa un rato divertido y memorable.
No exageraban los que me decían que la boda se pasa en un suspiro, por eso os aconsejo a todos los que leáis mi quizás larga crónica, que disfrutéis de cada instante, que disfrutéis también de la comida, que se puede, de vuestra familia y especialmente de tu marido. Es el día más feliz y especial de vuestra vida. Nunca entenderé a aquellas personas que ven las bodas como algo sin importancia y sin ilusión... Eso será porque jamás han pasado por una. Mi otro consejito: la luna de miel debe ser muy vuestra, no vayáis a ningún sitio que no sea exclusivamente donde soñasteis.
Hoy tras más de un mes de casados... Podemos decir que somos muy felices.
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