La boda de Luky y Cati en Aguilas, Murcia

El día de nuestra boda

Llevaba días muy nerviosa y sin parar de llorar, pero ese día de repente desperté tranquila y serena. Nos lo tomamos desde primera hora como un día normal, recoger las cosas de casa, hacer las camas, dar el desayuno de los niños... Y sobre las 12:00 un beso de despedida y ya hasta las 18:00 que nos encontraríamos en la puerta de la iglesia.

Yo, en mi labor de madre, con mis dos pequeños a la peluquería, donde todo el mundo se asombraba de ver a la novia arreglándose para un día tan especial pero sin separarse ni un segundo de los niños. Me fui a casa, apenas conseguí comer y enseguida llegó mi maquilladora, las dos solas en mi habitación, mientras los niños dormían la siesta, pasamos un rato especial, hablando de cómo transcurriría el día. A las 17:00 empezaron a llegar familia y amigos, fotógrafos y enseguida mi padre y padrino miró el reloj y dijo "es hora de ir a la iglesia", en ese instante sí que noté un nudo en el estómago, pero con ilusión nos montamos en el coche.

Cuando bajé en la puerta de la iglesia, miré la decoración exquisita de la entrada, con hortensias, peonias, por todas partes, y mis siete pajes esperándome impacientes para entrar. Sonaba la canción de "River flows in you" al piano, y en apenas unos pasos ya pude verlo, esperándome en el altar entre lágrimas. Pero en cuanto entrelazamos nuestras manos, las lágrimas se transformaron en sonrisas y miradas de complicidad. En la iglesia leyeron amigos, familiares, aprovechamos para bautizar a nuestra hija... Pero llegó para mí el momento más emotivo, sin esperarlo, mis tres sobrinos y mi hijo de 5 años subieron al altar y me leyeron unas preciosas palabras, pero en cuanto escuché la voz de mi pequeño, me rompí y lloré todo lo que antes no había sido capaz.