La boda de Luis y Marina en Madrid, Madrid
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L&M
02 Sep, 2016El día de nuestra boda
El día empezó muy bien, muy tranquilo. Tenía todo cerrado con todos los proveedores, sobre todo maquillaje y peluquería (a cargo de La Caja de Maquillaje y su espectacular Manuel Andrade), y la fotografía (Miguel Cañavate y su equipo). Solo había que esperar (para lo que preparé una jarra de tilas).
Me casé a las 18:30, así que a las 13:00 empezaron los preparativos. El maquillador llegó a casa y empezó con la ristra (mi hermana, mi madre, una de mis damas de honor y yo), y a las 16:30, aprox. llegaron los fotógrafos. Esto ya empezaba a ser real. Llegaron mis damas de honor, y ya desde ahí tuve sorpresas inesperadas, regalos, visitas... ¡Las lágrimas empezaron a dejarse ver, y aún no habíamos empezado!
Cuando llegué a la finca, pude ver a mí todavía novio con su madre entrando en la finca de la ceremonia, y empecé a ponerme nerviosa: ¡ya a estábamos casi ahí!
Y el momento de desplome emocional llegó cuando, preparada en el pasillo enfilada al altar, cogida del brazo de mi padre, empezó a sonar mi música (debo decir que toda la banda sonora de la boda fue elegida por nosotros, así que toda ella tenía sentido y significado). Ahí mi padre me expresó cuánto le gustaba esa melodía (Canon en D Mayor de Pachelbel), y me vine abajo.
Seguir leyendo »La organizadora del evento y el maître (Mari Ángeles y Ángel, del Mirador de Cuatrovientos) vinieron a respirar conmigo, soplarme y darme tranquilidad. Y encarrilé mi camino. Abrieron el portón de entrada y todo el mundo mirándome, aplaudiendo, gritando cosas bonitas... Creo que lo que se siente en ese momento no tiene palabras, no hay colores para explicarlo, no hay gestos. Es una sensación tan bonita que ojalá todo el mundo la pueda experimentar al menos una vez en la vida.
Y ahí estaba él, mirándome con lágrimas en los ojos. Nunca he visto un novio más expectante que el mío (y no es porque sea el mío). Tenía tantas ganas como yo de vivir eso, y en ello estaba. Llegué a su lado y le saludé (del puro nervio no saludé a mi suegra...), y empezamos a reír mirando los detalles de nuestras vestimentas. Yo buscaba sus gemelos y él miraba los encajes de mi vestido.
La ceremonia fue preciosa, preciosa con ganas. El oficiante ya nos había dicho cuál sería su parte, pero las sorpresas de las familias... ¡No dejé de llorar en toda la ceremonia! Ver a mi familia materna unida a la paterna para interpretarme un cuento lleno de emociones y globos fue algo único.
Y el banquete fue el remate de las sorpresas. Mi hermana había movilizado a la mitad de los invitados (los que venían de mi parte, que son lo que conoce), para interpretar la famosa escena de: “I say a little pray for you”, de la peli La boda de mi mejor amigo. Empezó a sonar la melodía, mi ya marido me cantó, mi madre interpretó su frase en un inglés nunca antes conocido por ella, mi tío de 70 años hizo lo suyo (ved la escena de la peli y encajaréis...) y, de repente, mis 4 damas frente a mí me hacían los coros, las mesas en pie cantaban y aplaudían.
Lo de después, no debió terminar nunca. Ojalá, de verdad, ojalá todo el mundo disfrute de su boda tanto como nosotros lo hicimos. Así sí se empieza una nueva vida juntos.
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