La boda de Juan Andrés y Rocío en Quesada, Jaén
Rústicas Otoño Blanco 2 profesionales
J&R
05 Nov, 2016El día de nuestra boda
Cómo explicar lo que se siente en esos momentos... Difícil tarea
La noche anterior no dormí apenas por los nervios, pese a eso no estaba cansado. Recuerdo ducharme y de repente ya estaba conmigo la madrina, mi madre. No sé de donde apareció o si la llamé yo, pero ahí estaba, conmigo. En un segundo plano estaba mi padre, tranquilo, sereno (o al menos así aparentaba), observándolo todo. Estaba nervioso, mi madre no me dejaba solo, me ayudó a vestirme, intentó tranquilizarme, pero no pudo, un día demasiado especial como para estar tranquilo. Mi padre también ayudó, a su manera. En realidad pienso que estaba más nervioso que yo... Mis hermanos llegaron al poco y con ellos algo de tranquilidad, buen humor y relax, menos mal, estaba hecho un flan. El tiempo pasaba, no sé si despacio o deprisa, pestañeé, y, al abrir los ojos, el sol me cegaba en la puerta del hotel donde dormí esa noche.
Llegó el coche, con un gran chófer, mi hermano, y subimos mis padres y yo. No recuerdo de qué hablamos, seguramente algo intranscendental, lo importante era que estaban conmigo, que me acompañaban y me apoyaban, con eso basta, no es necesario hablar mientras te sientes arropado. Tras un rato y muchas curvas llegamos a la ermita, idílico, en la Sierra de Quesada, rodeado de naturaleza, familia y esperando al amor de mi vida, ¿Qué más se puede pedir? Nada, sientes que lo tienes todo. Era un día precioso, para los que nos gusta el fresco, corría una brisa suave y fría alternada con rachas de viento, muy apropiado para la fecha y daban un cierto aire de que iba a suceder un acontecimiento grande, importante, histórico, al menos para mí así fue.
Seguir leyendo »La ermita, pese a estar en la montaña no estaba fría, era cálida, con una luz tenue resultante de un día nuboso, preciosa. Caminaba cogido de mi madre, ella de mí o entre ambos, da igual, avanzábamos hacia el altar, ¡por fin! Tanto tiempo de espera estaba por concluir, sólo esperar un poco más la aparición de mi prometida y la razón de mi existir. El párroco me lo notó apenas llegamos: nervios de novio. Otro intento fallido de tranquilizarme. La ermita se llenaba, aunque cuando entramos ya había mucha gente.
Silencio. Giré la cabeza, luego el cuerpo completamente. Entraba claridad por la puerta de la ermita, no importó, reconocí enseguida esa figura. Era mi sobrina. Dejaba caer pétalos de rosas a su paso, preludio de que se aproximaba la mujer más importante de ese día, y de mi vida.
Caminaba cogida de un hombre, su padre. No la reconocí, no era mi novia. Era una princesa. Sin duda. La reina de mi corazón y dueña de mi ser. Flotaba camino a mí, nunca nadie supo desplazarse de esa manera. Por fin se acercó bastante, le vi la cara, era ella, era, y es, todas, mujer, novia, princesa, reina... Todo en una única y perfecta persona. Los nervios por fin comenzaron a disiparse lentamente.
El párroco comenzó a hablar, yo estaba sordo, no lo oía, pese a estar a dos metros de distancia. Ella por fin estaba a mi lado, le cogí la mano una y mil veces, no podía parar de mirarla, el sueño estaba tomando forma. El sol se abrió paso fugazmente entre las nubes hasta nuestra ermita, nos iluminó brevemente. Alguien estaba de acuerdo con lo que estaba por suceder. La ceremonia transcurría, el coro cantaba, apenas podía contener las lágrimas, felicidad. Arras pasando de mis manos a las suyas y de las suyas a las mías, todo lo compartimos... Puse su anillo en su dedo, ella hizo lo propio con el mío, Casados. El coro siguió cantando, no pude contener mi felicidad.
Familia, amigos, todos ellos queridos, todos ellos acompañantes y testigos de lo que había sucedido. Felicitaciones, fotos, entradas, salidas, sólo una única constante: nosotros. Juntos con todos los que quisieron estar a nuestro lado.
Salimos a la calle, nos esperaban. El sol desapareció bajo el arroz. No importa, el sol siempre vuelve a salir y brillar con fuerza. Nos trajeron una botella de champán y brindamos. Brindamos por primera vez como marido y mujer. ¡Lo habíamos hecho!
Montamos en el coche y deshicimos juntos como esposos el camino que habíamos hecho por separado apenas una hora antes. Ya no había prisas, no había nervios, ya habíamos comenzado nuestra nueva andadura unidos.
Anduvimos por las calles de Quesada, los vecinos se asomaban para ver pese a ser la hora de comer, hicimos unas fotos, testigos mudos de nuestros primeros instantes de casados. Perdimos la noción del tiempo, pero el tiempo se encargó de recordárnoslo.
Llegamos al hotel, una puerta cerrada delante de nosotros nos indicaba que aún no era el momento de cruzarla. Nos cogimos de la mano. La puerta se abrió, el corazón latió desbocado. Nos esperaban. Cruzamos el umbral de la puerta, se oía música... Will you marry me? ¡Ya lo hemos hecho! Había mucha gente mirándonos, pero solo una mirada que me importara, unos ojos verdes que me miraban dulcemente, algo abrumados. Yo me sentía igual. Brindamos, cortamos la cinta inaugural, en pareja.
Comimos, bebimos, nos besamos, sentados, de pie, sobre las sillas... Los tímidos se volvieron osados, mis padres se besaron, algo que yo nunca antes había visto, mis suegros también se besaron, contagiados de amor. Momentos alegres, desenfadados, divertidos, memorables, espectaculares. Música, servilletas ondeando sobre las cabezas, This one's for you, para nosotros, para todos, para celebrar que estamos juntos para siempre.
Pasa el tiempo, risas, muestras de afecto, alegría. De repente aparecen mis hermanos, nos traen a Garra, símbolo de la fuerza que hemos de tener. Se apagan las luces. Bengalas. A thousand years, son pocos para pasarlos a su lado. Un castillo relleno de tarta, Con unos novios felices y sonrientes en la parte más alta, yo soy más feliz. Cortamos la tarta con delicadeza y nos la ofrecimos mutuamente, como todo lo que tenemos. La cogí en volandas, una vuelta al castillo con mi princesa en mis brazos. Recogimos a los solitarios novios de las alturas y los trajimos con nosotros.
Se oye música, ¡es una fiesta! Entramos, se hizo el silencio, la gente se separa, nos deja espacio... I was here, y yo siempre estaré con ella. Rodeados pero íntimamente solos, bailamos, juntos, abrazados, hasta que la gente desapareció, ¡magia! No hay duda, el tiempo se había parado.
Ya estamos casados y la magia no ha hecho más que comenzar...
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