La boda de José Luis y Aroa en Pinto, Madrid

El día de nuestra boda

Por fin llegó el día. Los nervios, por mi parte, no eran tan notables como los de mi novio.

Sesión peluquería para llegar corriendo a casa y vestirme porque el fotógrafo estaba a punto de llegar.

Se hizo la sesión de fotos y nos fuimos a la iglesia. Al llegar allí y ver a toda la gente esperándome… ¡Mis nervios salieron en modo lágrimas, no podía parar!

Entré del brazo de mi padre y allí estaba mi hombre; guapísimo, radiante y con las lágrimas en los ojos.

La misa fue muy amena gracias al diácono, que lo hizo estupendamente. Hubo risas, chistes, lloros, carta de amigas que se ponían los vellos de punta…

De nuevo mis lágrimas inundaron mis ojos al entregarme al que ya es mi esposo. ¡Qué momento! Pero fue mágico, parecía que solo estábamos él y yo.

Una vez casados y realizadas las fotos, nos fuimos a la Finca Solimpar. Allí nos esperaban todos nuestros invitados, dónde disfrutamos de un gran cóctel, una gran cena y una buena remesa de baile.

Todo salió genial y lo volvería a repetir de nuevo. La gente se queda corta diciéndote que se pasa volando, pero fue el día más bonito junto con el que ya es mi marido.