La boda de Chema y Mireia en Treceño, Cantabria
Elegantes Verano Blanco 4 profesionales
C&M
16 Sep, 2017El día de nuestra boda
Me levanté con toda la ilusión del mundo, llovía pero me daba igual, después de todo un año preparándolo por fin había llegado el día. Me vestí y fuimos mi madre, mis amigas y yo a la peluquería. No dejaba de mirar a mi alrededor y era como un sueño.
Un vez estuvimos listas fuimos al hotel, no nos casábamos hasta las 13.30h pero a las 11.30h de la mañana ya estábamos allí. Había quedado con el fotógrafo para hacernos una sesión preboda mis amigas y yo, ya que en mi historia mis amigas han sido mis compañeras partícipes y apoyo imprescindible y, por tanto, no podían faltar en el momento más clave del día, vestirme.
Allí estábamos todas con nuestras camisas blancas, haciéndonos fotos con toda la ilusión del mundo. A las 13h era hora de empezar a vestirme y ahí ya solo estábamos mi madre, una amiga, mi hermano, el fotógrafo (Luis) y yo. Fue un momento increíble, ver que después de todo el esfuerzo había llegado el día... ese instante en el que te miras y piensas no podría ser más feliz y no solo por casarte sino por toda la gente increíble que tenía a mí alrededor. No podía ser más mágico.
Seguir leyendo »De ahí partimos a la ceremonia, donde la llegada no pudo ser más caótica... mi hermano (mi padrino) mi vestido y yo no cabíamos por las escaleras a la vez, tiraba todo lo que había encontraba a mi paso, llegué a pensar que no llegaríamos jamás. Pero por fin llegué, les vi a todos y como era de esperar se me saltaban las lágrimas de emoción.
Ahí estaba al fondo, mi marido. Es casi imposible describir esa sensación que te produce ver a una persona que llevas viendo a diario durante muchos años pero que en ese momento es tan especial que sientes millones de cosas a la vez, te pasan por la cabeza tantas cosas, qué guapo está, qué estará pensando, le gustará como voy, qué vergüenza, como le quiero... eso en los tres segundo que tardas en llegar a él.
Una vez sentados, empezó la ceremonia civil, donde fueron nuestros amigos con sus propias lecturas quienes la hicieron especial, única, inolvidable.
De ahí pasamos al lunch y las fotos y el resto fue todo sobre ruedas. No volvió a caer ni una sola gota, pudimos estar fuera todo el día, bailamos, reímos, bebimos, comimos, y disfrutamos como nunca habíamos hecho.
Inolvidable es poco. Imposible describir tanta felicidad.
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