La boda de Simón y Cova en Gijón, Asturias
Modernas Otoño Azul 4 profesionales
S&C
24 Sep, 2016El día de nuestra boda
07:00 horas: en pie a ducharse y echarse body milk para estar suave, que en una hora viene la maquilladora y mis amigas a desayunar.
08:00 horas: hay que ver qué puntualidad inglesa. Mis amigas llaman a la puerta; emoción, nervios, alegría, ganas de llorar... ¡todo en uno! 5 minutos con ellas y la maquilladora me secuestra para comenzar el maquillaje.
09.00 horas: la maquilladora es la pera limonera, me encuentro tan a gusto, tan bien… ¡Estoy tan guapa! ¿Soy yo?, sí soy yo. Quiero un curso de automaquillaje, Lorena Carbajal.
Venga, vamos a la peluquería, que la tengo a las 9.30 horas. En la peluquería de mi pueblo, relax. Las tías son geniales (peluquería Cris, en Candás), te diviertes mucho con ellas, con las aventuras que cuentan, y lo que cuentan el resto de clientas.
10.30 horas: estoy lista en casa, lo que más me preocupaba era el maquillaje y el peinado, y me encanta como me han dejado, qué profesionales, estoy muy feliz.
11.00 horas: llega el vestido de Nicolas Costura, con las flores del coche, el ramo, los prendidos del padrino, y con ellos, mi mejor amigo que iba a hacer de mi chófer. ¡Vaya fiesta en casa! La emoción empieza a notarse y te recorren unos nervios por todo el cuerpo.
Seguir leyendo »Me comienzan a vestir, mientras dejan el ramo en un búcaro. Mi chófer que se encargué de las flores del coche, que en casa estamos todos como locos.
11.30 horas: maquillada, peinada y vestida (y, morena, ya que esa sesión de rayos me vino muy bien), Me miro al espejo, no puedo estar más feliz y más emocionada...
¡Qué vestido más bonito! Nico es un profesional, clavó y dio totalmente con mis gustos, es increíble. Mis padres con lágrimas en los ojos, emoción 100% y llaman al timbre: mi hermana, mi cuñado y mi sobrina, Fotógrafos prepararos que estoy armada al completo y va a ser la primera vez que me vean así.
Emoción a flor de piel, ojos llorosos de ilusión… ¡Todos guapísimos, todos emocionados!
Llegamos al ayuntamiento de Gijón y me muero de nervios a punto de llorar (rezo por el waterproof) y, de repente, nos hacen esperar en el pasillo de la plaza porque todavía hay otra boda dentro.
Me fijo y comienzo a ver a mis amigas, a mis primos, a mi madre de un lado para otro organizando a la gente, y me empiezo a tranquilizar, qué guapos están todos. ¡Mira, ahí llegan los de Madrid!
13.15 horas: nos toca pasar con el coche al ayuntamiento. Me abre mi padre la puerta y escucho el sonido de las gaitas y el tambor (eran mis amigos). Salgo, saludo a la gente sonriendo, me coloco en frente de ellos y comienzo a bailar a su son. Estoy que reboso felicidad y la gente está con una sonrisa de oreja a oreja.
Me pilla el de protocolo, muy educadamente me dice que menos baile, enganché a mi padre y para arriba.
Subo las escaleras y comienzo a ver al resto de gente que ya había subido, no paro de sonreír, no puedo parar.
Entro al salón y veo a Simón, esperándome del todo, y según me acerco veo como se empieza a emocionar y yo con él, quiero abrazarle y besarle. ¡Está tan guapo…!
Comienza el acto. Nos casa un amigo, concejal de festejos. Todo muy personalizado, es un profesional. Da paso a que hable una de mis mejores amigas y, mientras habla, empiezo de nuevo a rezar por mi waterproof. Le cede el turno al hermano (gemelo) del novio y, en ese momento ni el waterproof salvó mi maquillaje.
Llegó la hora de decir el "Sí, quiero" , y poner los anillos… un momento: ¿los anillos? Llamó a mi amigo (el que me llevó en coche), el pobre agacha la cabeza y vuela al coche a por ellos. Después de la llorera con el hermano del novio nos partimos todos de risa con los anillos.
Ya está, kilos de arroz en el pelo y pétalos como para llenar un jardín entero. Todo el mundo riendo y dispuestos a comenzar la fiesta en el Hotel Bal de Quintueles.
Dejamos que los invitados cojan los autobuses y nos vamos a hacer unas fotos por el muro a cargo de Elena Mur, no muchas, que queremos aprovechar en el cóctel para estar con la gente (además, hemos contratado postboda, ahí haremos todas las fotos que nos dé la gana).
Llegamos al cóctel sobre las… no sé ni qué hora era, posiblemente 14:30/ 15:00 horas. Tenemos preparada una mesa con unos búcaros porque queríamos hacer el ritual de las arenas, así que nos acercamos por una alfombra roja hasta la mesa, cojo el micrófono y pido atención para explicar de qué se trata.
Explicamos el ritual y lo realizamos, juntamos arena de la playa de Candás y Gijón, de donde somos.
Volvemos a coger el micro y explicamos la segunda parte: “No es que hayamos cogido búcaros gigantes y nos sobren un montón, es que estos búcaros son nuestro libro de firmas. Delante de ellos hay cestas con piedras blancas y rotuladores para que nos dejéis un mensaje y, de alguna manera, os unáis en nuestro camino. Y cuando estemos en casa podamos recodar, ver y leer lo que hoy habéis puesto”.
La gente se volcó, increíble. Yo, mientras, ya me estaba ocupando de pillar un platín con jamón, y Simón de conseguir vino.
Tenemos al DJ Nachete desde primera hora, custodiando la música del coctel y haciendo fotos con su dron. ¡Qué profesional!
Las 16.00 horas: ¡vámonos a comer! Bajan todos los invitados, van viendo cuál es su mesa, las hemos dividido en las ciudades en las que hemos estado, menos la de los peques, que es Tokyo, es decir, el futuro. Todas tienen algún comentario nuestro sobre la ciudad.
16.30 horas: nos preparamos para entrar en el banquete con la música de Adrenalina, de Ricky Martín.
Empieza a sonar, esperamos a que empiece la letra para que nos abran las puertas y entrar…. 3… 2…1 ¡ahí vamos! Abren las puertas y, de repente, vemos luces de discoteca y a todo el mundo de pie. Y, con las servilletas agitándolas al ritmo de la música, gritando y animando. Entramos como miuras, a tope, con las manos arriba, dando palmas y cantando, pasando por todas las mesas. No sé quiénes estaban más alucinados, si los invitados o nosotros. Estábamos todos entregados, qué buena energía y qué buen rollo.
Comenzamos a comer y, terminado el primer plato, explicamos las instrucciones del concurso de fotos. Sí, tuvimos esta idea con el fin de tener muchas fotos de la gente y pasar un buen rato, y qué idea.
Cogemos el micro de nuevo (como presentadores de tele): “Como podéis ver, tenéis en cada mesa un palo selfie y unas instrucciones sobre qué fotos hay que hacer (alguien con gafas de sol, un abrazo, una foto con los novios de la mesa….), pues bien, descargaros como se os indica el wedshoot y subir todas las fotos ahí. La primera mesa que lo complete tendrá un premio especial por parte de los novios”.
Bueno, la que liamos. Tenemos mil fotos. Todo el mundo entregado y dispuesto a ganar el premio. Hay fotos superdivertidas y originales; gente mayor, gente joven, da igual la edad, el espíritu era joven en toda la gente que estaba con nosotros y todo el mundo tenía ganas de fiesta.
Terminamos de comer con un montón de fotos, de detalles, de regalos (de muchos de ellos nos vengaremos en las siguientes bodas, que nos gusta hacer la puñeta y, oye, a mí la primera), y comenzamos con el reparto de nuestros detalles. Había los típicos de boda y uno especial que habíamos hecho por invitado, y es que nosotros, cada vez que nos vamos de viaje nos traemos de recuerdo una taza de ese sitio (sí, tenemos más metros cuadrados de tazas que de casa, que se le va a hacer), así que, como aquí comenzaba nuestro viaje, hicimos una taza personalizada para cada invitado, algo que nos recuerde a esa persona, un momento que hayamos compartido, algo que nos una. Con todo nuestro cariño y dedicación, pintando y coloreando tazas, pensando en qué poner y para quién, más hornearlas. Somos unos expertos, si alguien quiere consejo que nos pregunte. Sorprendió mucho y nosotros lo agradecimos, porque nos pegamos una buena currada! Algunas tazas eran más sentimentales, otras eran para partirse de risa.
20.00 horas: no te creas que ya tenía mucha conciencia de la hora, solo quería que no pasara rápido el tiempo. ¡Vámonos al baile!, pero antes, ¡Sorpresa!, nos habían hecho un video con una canción. Ojos como platos, vidriosos… ¡qué pasada! Mi colega, el chófer, que es un profesional, había reunido a la gente para organizarla y repartir un cacho de canción, de forma que les grabasen ese cacho de video y él los uniría todos para formar la canción de Chayane, “Madre Tierra”. Todo el mundo: familia, amigos de Asturias, de Burgos, Vitoria, Madrid… de absolutamente todos los sitios haciendo su parte con una coreografía en la playa, en el lugar del trabajo, donde pillasen, unido todo quedo un video que, una vez más, bendito waterproof. A día de hoy, no me canso de verlo…¡qué pasada!
Y, con esto nos ponemos a bailar nuestra canción, la de Armagedon, agarraditos, tranquilos y… ostras se estropea y comienza something stupid (versionada) y comenzamos a hacer el tonto. Yo tirando de unos hilos invisibles del novio, la gente partiéndose…. Somos unos payasotes, lo sé, pero la vida hay que tomársela con humor y sonreír que solo se vive una vez.
¡Terminamos nuestra actuación estelar y comienza a bailar la gente!
A las pocas canciones abrimos los micros del karaoke. Sí, que nuestro Nachete viene con Karaoke y micros de los antiguos, de los de metal, que son un puntazo. Y como no, la canción no podía ser normal, así que versionamos “La gozadera” y la hicimos con letra propia, personalizada para toda la gente que estaba allí, de todas las provincias, ciudades de España y del mundo. Además teníamos el montaje en las pantallas para que la gente pudiera cantar con nosotros. Si no fuera porque nuestras voces, claro, que dan un poco de pena.
A partir de ahí, los sopranos y tenores entran en acción, los bailes coreográficos, la música de ahora y de antes y lo damos todo, todos, en la pista de baile.
Y, así, sin darnos cuenta, llegaron las 03:00 horas de la mañana y con ella el bus para partir hacia Gijón y Candás. ¿Ya ha pasado? Pero si no me ha dado tiempo a estar todo lo que quería con todo el mundo. Ahora entiendo por qué las bodas gitanas duran lo que duran, ellos sí que saben. Aunque he de reconocer, que mis pies, o tucos en aquel momento, agradecieron sentarse. Creo que el corazón se me había bajado ahí abajo porque vaya cómo me latía la planta del pie, de hecho al subir a la habitación y meterlos en agua, sonó un “chhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…..” y salía hasta humillo, pobrecito qué tralla les metí, pero qué bien respondieron hasta el último momento.
Ahora solo falta quitar las 3.528 horquillas que sostenían el peinado, mientras el pobre Simón se peleaba para desengancharme la cola y los ojales del vestid. Y ya estábamos listos para dormir, destrozados por el cansancio, felices, enamorados.
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