La boda de Marcos y Natalia en Verin, Orense

Me fui para casa donde estaban mis padres y una de las amigas que me ayudaría a vestirme. Poco a poco fue llegando más gente que no quería perderse el momento. ¡Y por fin llegó el momento de ponerme mi tan deseado vestido! Me ayudaron dos amigas y dos primas porque no quería que mi madre y mi hermana se pusiesen nerviosas. Entre tanto llegaron los fotógrafos y el videógrafo y empezamos con la sesión pertinente antes de partir hacia la iglesia. Serían alrededor de las 12.15 cuando salí de casa de mis padres y aluciné cuando llegué al portal y estaba medio barrio expectante para verme. Al principio me dio un poco de vergüenza, sobre todo cuando el chófer se dio una vuelta por mi calle con el coche descapotado pero luego me dije: ¡es mi día! Y me dediqué a saludar a todos los que se paraban a mirar y a gritar un viva la novia. ¡Me lo pasé como una enana! Por cierto, mi padre y padrino de boda me acompañaba, todo elegante y orgulloso.

Cuando llegamos a la iglesia debía pasar como un cuarto de hora de las 12.30, que era la hora prevista de la ceremonia. Evité cruzar la mirada con algunos de los que me esperaban a la entrada para no emocionarme y... LLEGÓ EL MOMENTO. Con la música de un piano y un violín de fondo entré de la mano de mi padre y al fondo me esperaba el hombre de mi vida: emocionado, enamorado ¡y guapísimo!

La ceremonia fue preciosa, mi hermana de 16 años nos dedicó una lectura que consiguió emocionarme y al final tenía una sorpresa guardada: tras unas palabras de agradecimiento a la gente que nos acompañaba, le dediqué al que ya era mi marido unas frases que me salían del corazón y que hicieron llorar a más de uno (he de decir que me encanta escribir, así que quise regalarle algo que fuese más allá de lo material).

A la salida de la iglesia nos esperaba una lluvia de pétalos, arroz y confeti. Después nos dirigimos hacia el restaurante, la sesión de fotos la dejamos para otro día para poder disfrutar más de los invitados y del evento. Los aperitivos eran en un jardín precioso, pero realmente ni los probamos, ya que pasamos el rato haciéndonos fotos con todo el mundo.

Serían ya sobre las cinco de la tarde cuando entramos en el salón con la banda sonora de "Hasta mi Final" de Il Divo y todo el mundo aplaudiendo emocionado. La comida fue larga, pero no nos aburrimos ni un momento. Entre vídeos y sorpresas que habíamos preparado nosotros y otras que no nos esperábamos, el tiempo pasó volando.

A nuestros padres les regalamos una figura de un libro abierto con una foto nuestra y una dedicatoria. Proyectamos también la parodia de la canción de "Noches de Verano" de Grease que habíamos grabado con unos amigos y de paso les regalamos un collage de fotos y un broche a las chicas (mis amigas) y una caricatura a los chicos (los amigos de mi marido). En ese momento el dj puso un remix de Grease y salimos todos a bailarlo de manera improvisada, pero hubo gente que hasta pensó que estaba preparado. En otro momento mi marido me sorprendió con una de sus destrezas y apareció en el salón tocando una canción con el saxo que, por supuesto, me dedicó. ¡Qué manera de llorar!

Nuestros amigos y familiares tenían varios vídeos preparados de esos que te ponen los pelos de punta y entre plato y plato, sorpresas, baile, fiesta y diversión. La gente hace mucho en un día como este y tengo que decir que nosotros contábamos con unos invitados de lujo. Luego llegó el reparto de las ligas que se las dimos a mi prima pequeña y a mi cuñado y el ramo, que fue para mi hermana, que se lo entregué mientras se proyectaba una presentación de fotos nuestras desde que era pequeña.

Los niños, para los que habíamos contratado un animador, nos sorprendieron también con un ramo de flores que habían hecho con globos. Cuando llegó el momento de la tarta ya era de noche y salimos al jardín para cortarla con la música de "Un Mundo Ideal" de Aladdin, a la luz de las velas y de los fuegos artificiales.

Los novios se los entregamos a unos de nuestros mejores amigos mientras sonaba su canción. Y el baile fue tradicional, un vals, pero eso sí de Chayanne, que me encanta y con una coreografía que habíamos preparado previamente en casa. Tras todo esto y alguna cosa más que me dejo atrás para no resultar demasiado pesada, llegó la barra libre, la fiesta, el photocall y mucha, mucha diversión. Aguantamos todos hasta las 5 de la mañana y a pesar de estar más de 16 horas viviendo un sueño he de decir que se me pasó en un abrir y cerrar de ojos. Y así fue para mí, a grandes rasgos, el pasado 20 de julio de 2013, día que quedará en mi memoria para siempre.

Todavía me emociono al recordarlo y, a pesar del trabajo que da organizar una boda, me casaría otra vez. ¡Por supuesto, con el mismo hombre y rodeada de la misma gente!