La boda de Marc y Lurdes en Malgrat De Mar, Barcelona
En la playa Verano Azul 5 profesionales
M&L
01 Sep, 2019El día de nuestra boda
Decidimos emprender esta aventura con un año y medio de antelación. Siempre había deseado casarme en la playa y, gracias a una amiga, descubrimos el que sería nuestro lugar: el restaurante DBlanc, en la playa de Malgrat de Mar. Tras un año y medio de preparativos, nervios y organización, llegó el gran día. Mi mejor amiga (y testigo de boda) me propuso ir juntas al hotel un día antes para relajarme en el spa y, realmente, me fue genial esa desconexión, aunque solo duró hasta el mismo momento en que me levanté de la cama el día B. Empecé a arreglarme con tiempo y nunca olvidaré la reacción tan emotiva que tuvieron mis hermanas (que además eran las damas de honor) al entrar en la habitación y verme en pleno proceso. Allí asomaron mis primeras lagrimillas del día.
La ceremonia se celebró en la arena, en el mismo restaurante en donde más tarde tendría lugar el banquete, y mi hermana más pequeña se encargaría de cantar la canción de mi entrada. Llegué con una hora de retraso y, nada más bajar del coche, los nervios me hicieron subir a una nube de la que no bajaría hasta el final del día. Me agarré del brazo de mi hermano y, simbólicamente, también del de mi padre, que falleció unos años antes. La emoción y los nervios no hacían más que acumularse y, en cuanto aparecí en mi entrada, mi hermana no pudo contener la emoción y siguió cantando mientras lloraba. Inicié un pulso con las lágrimas que acabé perdiendo segundos después, cuando vi a Marc esperándome en el altar, también entre lágrimas. Fue un momento tan cargado de emoción que una gran parte de los invitados acabó derramando alguna que otra lagrimilla. Durante la ceremonia, tanto mi hermano como la hermana de Marc nos sorprendieron con sendos discursos, que nos trasladaron a muchos recuerdos y, de nuevo, a la emoción.
Seguir leyendo »El resto de la noche se convirtió en una auténtica fiesta: mucha música, risas, juegos y sorpresas que preparamos para los invitados. Ya desde el banquete (y a pesar de la lluvia) iniciamos la juerga y las risas a las que se sumaron todos los asistentes. Afortunadamente, conservamos un muy buen recuerdo del día de nuestra boda. Queríamos una celebración íntima, junto a las personas más importantes, y hacer de ella una gran fiesta en la que todos pudieran disfrutar. Y lo conseguimos. No tuvimos una boda perfecta, pero sí la boda con la que habíamos soñado.
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