La boda de José María y María José en Málaga, Málaga

El día de nuestra boda

Fueron meses intensos. Desde que me pidió matrimonio en toda regla, rodilla al suelo y anillo en mano, delante de toda mi familia hasta que nos casamos pasaron solo semanas, pero vividas con todo el amor e ilusión del mundo.

Buscamos un lugar para combinar la ceremonia y la posterior celebración y dimos con el que mejor se adaptaba a nuestra idea: la Capilla del Señorío de Lepanto en los Montes de Málaga. Un lugar encantador que cubrió todas nuestras expectativas y por las que recibimos felicitaciones de parte de muchos de nuestros invitados. La ceremonia fue intima, sólo amigos y familia. Íntegramente preparada por nosotros (textos, guion, música, arreglos florales y decorativos) y ayudada por nuestros amigos y familiares para que todo saliese como soñábamos.

Oficiada solo por amor y en ella introdujimos varios textos leídos nuestros hijos y hermanos, así como rituales de arena, rosa y de los lazos. Todo fue muy emotivo porque participó casi toda la familia.

Yo no quise ir vestida de blanco porque tanto para él como para mí era nuestra segunda boda, y al no hacerse por iglesia escogí un vestido de fiesta en tafetán gris y encaje con una bella cola de casi tres metros y el toque de pasión con ramo y zapatos rojos. Mi novio lució su traje de Gran Gala del Ejercito de Tierra, al ser militar y estaba elegantísimo. Me emocioné mucho cuando lo vi esperándome en el altar al lado de su madrina. Y para remate de emociones, nuestros respectivos hijos fueron nuestros padrinos de boda, su hija mayor y mi hijo mayor. Un orgullo de madre que mi hijo fuera el que me llevó de su brazo al altar. Ahí entraron todas las emociones vividas durante años reunificadas en unos breves minutos. Si, valió la pena todo lo que pasé hasta llegar a éste momento. Fue algo que jamás podremos olvidar y si me preguntas por nervios, solo te diré que nervios en absoluto. Yo sabía que todo lo que se prepara con amor solo puede salir bien, y si algo fallaba nos reiríamos y tendríamos anécdotas para contar a nuestros nietos.