La boda de José Luis y Carmen en Jaén, Jaén

A las 13:00 mi cuñada se va también para la peluquería (no sin antes habernos emocionado juntas) y mi hermano y yo vamos a recoger mi ramo de novia que más tarde dejamos en agua para que esté perfecto para la tarde, algo muy complicado ya que en mi ciudad estábamos casi a 40 grados. Se nos echa el tiempo encima y nos vamos a comer con mi padre, bueno, realmente a mí solo me dio tiempo a tomar algo porque llegó la hora de mi peluquería, donde me trataron como a una reina y todos los nervios desaparecieron en ese instante.

Al salir de la peluquería, mis hermanos, padres y algunos amigos ya estaban esperándome en el hotel para pasar las últimas horas previas a la boda juntos pero... ¡Llegaron los fotógrafos! Foto por aquí, foto por allá y llegó el momento de ponerse el vestido, ese ansiado momento que sueñas cada vez que vas a alguna prueba y ahí estaba mi madre, ella me ayudaría a ponérmelo mejor que nadie, fue un momento super emocionante, supongo que para ella más todavía, su niña se casaba. ¡La novia ya estaba lista!, y ahora tocaba la fotos familiares. Una vez acabadas miro a mi madre y sin motivo empiezo a llorar y la abrazo, me consuela la pobre como puede y nos dirigimos a la iglesia donde el novio ya estaría llegando.

Mi ya marido y yo tuvimos "mala suerte" ya que antes de nuestra boda hubo otra que hizo que todo se retrasase un poco, pero no importaba, estábamos tan pletóricos que ni lo tuvimos en cuenta. Agarro a mi hermano del brazo y juntos hacemos el camino al altar donde ya estaba mi chico más que precioso esperándome. Un abrir y cerrar de ojos y ya estábamos casados, la ceremonia pasó tan rápido que ya no hizo pensar que lo que quedaba por venir pasaría igual de rápido.

El día de nuestra boda, hubo una manifestación en nuestra ciudad por lo que el reportaje decidimos dejarlo para otro día y tomamos la decisión de estar en la copa de espera con nuestros invitados, fue la mejor decisión sin duda, ya que disfrutamos de todos los momentos de nuestra boda.

Yo siempre decía que el día de la boda me sentaría tranquilamente a cenar, pero no, y no porque no pudiese sino porque me apetecía disfrutar de toda mi gente y no paré quieta. Entre sorpresas y regalos llegó el momento del baile, ese baile que a mí me daba tanto pánico y que ni siquiera ensayamos pero que llegado el momento ni me dio vergüenza ni salió nada mal, creo que estás tan feliz ese día que no piensas en nada, solo en disfrutar. Ni que decir tiene que las horas de barra libre pasó igual de rápido que todo el día, pero mis invitados son demasiado y una vez acabada la barra libre mis supervivientes y nosotros ¡nos fuimos a por los churros!

Ya sí había pasado todo, ya nos encontrábamos mi marido y yo en la habitación del hotel y te das cuenta que se acabó tanto tiempo de preparativos, que lo que antes te podía llegar a agobiar por ir tarde, lo echas de menos y que da igual que algo no salga como esperabas, eres feliz y sin duda ese ha sido el mejor día de tu vida.

¡Fue un día maravilloso!