La boda de José Antonio y Mariana en Deià, Islas Baleares
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J&M
09 Jun, 2023El día de nuestra boda
Nuestra boda se llevó a cabo un viernes 09 de junio en el pueblo de Deiá, Mallorca en la finca Son Marroig. Desde el inicio supimos que el sitio, con el atardecer más bonito del que habíamos sido testigos, se convertiría en el escenario perfecto para el día más especial de nuestras vidas. Contactamos con la finca y nos comentaron que el sitio se reservaba con 2 años de antelación. Pasaron un par de días, Jose y yo comíamos como hacemos todos los días y sonó mi móvil, era el número de la finca, contesté. “Hola, ¿Mariana?, tenemos un día disponible, viernes 09 de junio, avísanos si estaríais interesados”. José volteó a verme. ¿Sabes qué día es, verdad? El 09 de junio cumplíamos 3 años de habernos conocido. ¿Casualidad?, tal vez, pero sin duda creímos que una señal se presentaba ante nosotros. “En Son Marroig será”, dijo José.
Con tan solo 6 meses de planificación y trasnochando muchos días, conseguimos organizar una boda que unía dos culturas, la mexicana y española. Teniendo en mente a cada uno de nuestros invitados, diseñamos una atmósfera que pretendía no solo hacernos vivir el día más feliz de nuestra vida, sino que también fuera un día inolvidable para ellos. Nos hospedamos en el hotel Bordoy Continental Valldemossa, a tan solo 5 minutos en coche de la finca. La atención en el Hotel fue inmejorable y sus espacios impecables, así como las opciones en la carta de su restaurante.
Seguir leyendo »Uno a uno fueron llegando nuestros invitados, algunos un par de días antes, otros el mismo día por la mañana. Por cada pasillo del hotel corría una energía que desbordaba entusiasmo. El hotel era una manifestación de alegría y risas por parte de los invitados. Ya era el día, viernes 09 por aquello de las 11:00 am y la puerta de la habitación sonaba por primera vez, la maquillista Mirianny Brown, una profesional make-up artist de origen venezolano, comenzaba con el maquillaje y peinado de mi madre. Mientras que mis damas “bridesmaids” llegaban una a una a la habitación…
Parecía un desfile de las personas que habían sido mis mejores amigas a través de los años, veía diferentes etapas de mi vida en cada una de ellas, una celebración de recuerdos se unían en la habitación 309. En el sofá, 10 bolsos rosas que contenían cada uno, una bata de satén, mascarillas surcoreanas, lipsticks, pantuflas y desmaquillante para el día siguiente, las esperaba. Dos botellas de cava y fruta adornaban la cama y por supuesto... La canción Calm Down de Rena con Selena Gómez sonaba de fondo. La vida se comenzaba a vestir de gala para el que sería el mejor día de mi vida…
Risas, bailes, brindis dibujaban la mañana de la boda. Llegó Fran, fundador del estudio Luna de Gras, un fotógrafo de origen argentino con base en Mallorca que se encargó en deslumbrarnos a todos con su encanto y profesionalidad. De una habitación a otra, Fran corría con todo su equipo, 4 chicos le acompañaban, inmortalizando momentos que sucederían una vez en la vida para Jose, para mí y para todos los que tuvimos el privilegio de ser retratados por su lente. Llegaba la hora, 17:00h, el autobús esperaba fuera del hotel, mi madre y amigas se despedían de mí, no recordaba que ninguna me diera besos en la frente y en las manos antes. Mis ojos se llenaban de lágrimas, me encontraba presenciando a mujeres alegrándose con todas sus fuerzas por la felicidad de otra, mis mujeres, mis maestras de vida, mis faros en la oscuridad.
Risas lejanas alcanzaban mi habitación, cerraba los ojos y visualizaba a toda nuestra gente querida subir a aquel autobús que les estaría llevando a una recepción con limonada y charlas que fusionarían continentes, culturas. Daban las 17:45h y tocaba la puerta mi más grande modelo a seguir, allí estaba Rafa, mi hermano de 33 años, mi sorpresa fue ver su mirada y seguirla hasta su corbata… Llevaba la corbata de nuestro padre, quien con la esperanza de poder asistir a la boda fallecía un pasado 4 de diciembre en México. “Rafa, llevas la corbata de papá”, dije. Asentía con la cabeza, mientras me decía lo que jamás había escuchado: “Que guapa estás, ¿nos vamos?”.
Me extendió su brazo mientras nos despedíamos del hotel para encontrarnos con un mítico Seat 600 antiguo, me abrió la puerta y ahora sí… Nos dirigíamos al paraíso en la tierra. Los camarógrafos nos esperaban, Rafa y yo nos reíamos como cuando éramos pequeños, no sabíamos si la motivación eran los nervios o la alegría. Mientras Rafa me ayudaba a salir del Seat 600, Vanesa, nuestra wedding planner, se acercaba a nosotros. ¿Estáis listos? Ya está Jose esperando. Mientras caminaba del brazo de mi hermano hacia el altar, levanté la mirada y vi mi futuro encapsulado en una persona. Jose estaba al fondo esperándome. Conocía esos ojos a punto de llorar, sabía que estaba igual de nervioso que yo.
Una emoción corría por todo mi cuerpo, entendí aquello que te dicen tus tías, tu madre, tu abuela y todas las mujeres que han vivido la experiencia de casarse. “Nunca sentirás una emoción igual”, por fin lo confirmaba, corría una sensación que seguramente podría definir como felicidad en su estado más puro, solo veía a José, mi lugar seguro, cuando recorría el pasillo no podía dimensionar a todos nuestros seres queridos que estaban allí. Rafa abrazó a José y mientras los organizadores nos hacían el favor de permitir al violinista finalizar la canción favorita de mi padre, Gabriel's Oboe de La Misión…
Comenzaba una ceremonia dirigida por Carlos Magnusson que conmovía a todos nuestros invitados mientras sujetaban los conos de “confetti” impresos con las cartas de amor de mis abuelos para después arrojarnos hojas de eucalipto unidas a todos sus buenos deseos. Un espacio con suelo de madera y árboles de olivo que sujetaban entre ellos el seating plan, se convertía en el área de cocktail al finalizar la ceremonia. Un hilo de bossa nova nos acompañaba a Jose y a mí mientras brindábamos tras haber hecho la torre de cava.
Llegaba el momento de la sorpresa… Mis amigas habían memorizado la canción Contigo de la artista mexicana Carla Morrison para dedicarnos un momento que llevaremos por siempre en nuestros corazones. Un córner español de jamón, otro mexicano con tequila y tacos más bandejas de canapés... Tejían el momento ideal. El tiempo pasaba y yo solo quería ralentizarlo, todo parecía sacado de una película, cuando de pronto, Vanesa nos pedía que subiéramos para hacer la entrada. Habíamos elegido Dont Stop Me Now de Queen.
Los primeros beats de la canción sonaban en los altavoces y yo solo me refugiaba en los brazos de Jose, quien no me sorprendía que una vez más fuera mi apoyo más grande, es tan seguro de sí mismo que no tarda en contagiarlo con esa sonrisa y ojos llenos de luz… Así que comenzamos a brincar juntos para animarnos y correr hacia el área de la cena… Don't stop me now, 'cause I'm having a good time.... Im having a good time! !Luces fairylight que simulaban el cielo estrellado, la brisa tenue del mar y la guitarra del inigualable Don Mario que homenajeaba a Paco de Lucía con el Concierto de Aranjuez acompañaban a los camareros a servir una cena que, al finalizar, agradeceríamos profundamente las manos que la elaboraron.
Piedras de la playa del puerto de Sóller que habíamos recogido Jose y yo servían como marcadores de sitio, menús impresos por nosotros diseñados con sellos de cera que tuvieron nuestro salón en zona caótica un par de semanas, porta velas de cristal con agua, olivos y rosas blancas vestían nuestras mesas para recibir de primero, una ensalada de bogavante con crema de manzana e hinojo, de segundo, entrecot con costra de café y para el postre, cheescake de La Alacena y Lingote de chocolate... Un aplauso hasta Mallorca para La Alacena de Genestra. Después de muchas fotos, un brindis de cine y muchos, pero muchos abrazos, Vanesa y su equipo nos trasladaron al salón de fiesta. Un área compuesta por un interior de piedra, Tony Dj en una esquina con un equipazo de sonido y luces le acompañaban, una barra de cocktails que no daban elección a pasarlo mal, nos invitaban a bailar y celebrar con todas nuestras fuerzas al amor y a la vida.
Y después de un par de horas… Por fin llegaba el momento que tanto soñé… Una sorpresa que involucraba a una figura que no pudo estar presente, mi abuela a quien agradezco profundamente por ayudar a mi madre a elegir el vestido mexicano más precioso que haya visto, bordado a mano en la parte superior, escoltado por un rebozo rosa mexicano y una falda azul que imitaba el tono de la casa de Frida Kahlo… Y para José una clásica guayabera mexicana que jugaba a vestir al español más español, ahora más mexicano que nunca. Nos escabullimos de la fiesta para cambiarnos y poder regresar lo antes posible... Tony nos esperaba para darle play al Son de la Negra... Lo demás, es historia.
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