La boda de Jordi y Olga en Calella De Palafrugell, Girona

La ceremonia fue acompañada de música tradicional de Calella de Palafrugell, las havaneras.

Después de la ceremonia, la familia de Jordi le sorprendió llevando los bastones y sombreros del tradicional "ball de bastons" que él bailaba de joven, y allí mismo en el mirador le hicieron bailar, porque según ellos: "no te has casado si un buen baile de bastones no has bailado".

Y después... ¡Tachán! Voy yo y saco de la moto el casco de trial viejo de mi padre, que había forrado con los trozos del vestido de novia que me habían sobrado. ¡Genial! Casco puesto (sin estropear mi peinado, ¡que en todo había pensado yo!), ¡y gas hacia el restaurante! Todo el mundo se quedó atónito de ver cómo me levantaba la falda del vestido y me subía a la moto como siempre he hecho. ¡En el trayecto todo el mundo pitaba al ver la bandera que llevábamos al viento "Nos hemos casado"!.

El restaurante donde fuimos ya lo conocíamos y nos trataron genial. Un menú delicioso y abundante, pero además a un precio muy razonable. Nos sentimos como en casa. Durante el banquete recibimos dos videollamadas muy especiales: mi madrina y mejor amiga desde Uruguay; y mi prima desde Santiago de Chile. Habíamos preparado también unas cosas para el banquete. De entrada, un cuadro de un árbol donde los invitados podían dejar sus huellas dactilares formando las hojas verdes del árbol; y por otro lado una caja del tiempo donde los invitados podían dejar recortes de periódicos, cartas, dibujos, fotografías, música o lo que quisieran sin que nosotros lo supiéramos. La caja del tiempo está guardada y la abriremos dentro de unos años.

El pastel de boda también fue un detalle muy familiar y nuestro, porque nos lo hizo una amiga de mi madre. Estaban espectacularmente buenos, que con solo cerrar los ojos aún siento el sabor y textura en la boca.

Lo pasamos muy bien bailando y golpeando las piñatas en forma de novios que los amigos nos regalaron. A las nueve de la noche, Jordi y yo nos fuimos al pueblo medieval de Peratallada, nos hicimos algunas fotos y después fuimos solos a cenar a un hermoso restaurante donde nos invitaron a cava para celebrar nuestro enlace. Queríamos terminar la noche pudiendo disfrutar de un momento de pareja y de tranquilidad, y fue muy especial.

Toda la boda fue sencilla, con pequeños detalles muy nuestros y significativos. No nos hicieron falta grandes cosas para que la boda fuera especial, porque es un día precioso donde el tiempo vuela más de lo esperado.

Un día magnífico que nos acompañará el resto de nuestras vidas.