La boda de Jordi y Helena en Vandellos, Tarragona

La lluvia apretó y el aperitivo lo tuvimos que hacer dentro, cosa que nos apenó un poco ya que el paisaje de la masía es precioso. Del aperitivo pasamos a las fotos con los invitados, que pudimos hacerlas al aire libre, y de allí ya fuimos al banquete. Esa fue una de las mejores partes, ya que como nos gusta tanto viajar y todo el mundo lo sabe, hicimos las minutas como si fueran sus propios pasaportes, es decir, pusimos sus caras en ellas, pero una en la que no salían nada bien. Fue un currazo que rompió el hielo en las mesas que no se conocían todos y todo el mundo se divirtió mucho con ello. Además, como detalle de boda les pusimos un kit antiresaca dentro de una maletilla de viaje.

La cena estaba buenísima y fue muy amena, hubo muchos regalos por parte de los diferentes grupos de amigos, pero los invitados nos dijeron que no fue para nada aburrido ni largo, que se entretuvieron mucho. Mis padres están divorciados y decidimos no sentarnos en la mesa con los padres, por lo que pedimos que nos pusieran en una tarima y que nos sentaríamos solos mi futuro marido y yo. Y la idea no podría haber salido mejor, ya que parecía que estábamos sentados con toda la sala. La gente venía, nos hablaba, brindaba... Fue genial. El domingo era el cumpleaños de mi abuela, y decidimos sacarle un pastel a medianoche para celebrarlo.

Después del primer baile, quisimos sorprender a todo el mundo y los condujimos hasta otra parte de la casa, donde habíamos montado una fiesta al aire libre, con sus luces de verbena y con su grupo de música en vivo. Y aun los sorprendimos más cuando abrimos la fiesta cantando “Ave María” de Bisbal con el grupo. El grupo tocó casi 2 horas y después empalmamos con el DJ, hasta casi las 7 de la mañana, y tras un buen almuerzo con pizzas recién hechas, los más valientes nos metimos en la piscina antes de ir a dormir.

A la mañana siguiente teníamos contratado el desayuno para todos, y fue muy divertido ver las caras de todo el mundo, y comentar la boda, y aun hubo gente que se quedó a comer con nosotros allí, para seguir disfrutando de la casa y la piscina. Nosotros nos fuimos los últimos, a las 8pm, con el corazón lleno de amor y alegría. Fue sin duda uno de los mejores días de mi vida, creo que nunca me he sentido tan querida por tanta gente en un mismo momento.