La boda de Enrico y Paloma en Pontevedra, Pontevedra

A lo lejos se oía rugir el motor del coche, un escarabajo rojo descapotable. Clásico y a la vez nada clásico en una boda (yo sabía que no quería el típico coche negro con florecitas atadas a las manillas). Después de que mi padre viese por primera vez mi vestido, y algunas fotos en los jardines de nuestra casa, salimos rumbo a la iglesia donde ya esperaban los invitados.

La entrada, con Cinema Paradiso sonando, como si fuese por el pasillo de mi casa, viendo todas las caras, saludando, sonriendo hasta desencajar la mandíbula. Luego, el novio. Ay, qué bien hice en decirte que sí. Impecable con su chaqué azul. Deslumbrante con una sonrisa de oreja a oreja.

Nuestra boda, quiero pensar, fue muy nuestra, llena de detalles. Desde la música, elegimos nuestras canciones yendo un poco contra lo que "debe sonar" en una iglesia y mi prima nos dejó a todos boquiabiertos con su Ave María de Schubert, hasta las flores que preparé yo misma con la ayuda de mi madre y mi primo Rafa. Incluso los anillos, ya que para crear las alianzas utilizamos oro de nuestras familias. Como resultado, las piezas son únicas y muy personales.

El resto del día siguió mejor de lo previsto, no cayó ni una gota y el sol nos acompañó hasta bien entrado el baile. La comida, de quitar el hipo. El servicio, fenomenal. La gente se lo pasó como nunca (o eso parece en el vídeo). En resumen, mucha exaltación de la amistad. Mucha comida y bebida. Amor, amor, amor y más amor. Y besos de esos que juras que nunca te darás en público. Y una felicidad que lo llena todo. Y un día que no se te olvidará nunca...