La boda de David y Marta en Salamanca, Salamanca

Terminamos de comer y procedimos a hacernos las fotos, comenzaron con el novio y su familia, y después pasaron a hacerme las fotos a mí. ¡Anécdota! Todo iba bien hasta la hora de enganchar la sobrefalda de mi vestido, que con tanto corchete invisible era prácticamente imposible, por lo que, hasta los fotógrafos metieron mano en ayudar a encontrarlos.

Nosotros decidimos hacer nuestro encuentro antes de la ceremonia para no perder tiempo del cóctel y estar con todo el mundo desde el minuto uno y os lo recomiendo 100%. Lo de ver a la novia antes de la boda solo es una leyenda; ¡nuestros fotógrafos montaron un encuentro precioso! Con música de fondo y el novio colocado de espaldas para captar el momento en que nos veíamos ya vestidos por primera vez. Fue el momento más mágico del día, ¡y no nos arrepentimos! Si os dan la oportunidad, hacedlo porque es un acierto.

La ceremonia tuvo de todo: ¡emoción, nervios, diversión y mucha cerveza para los invitados! El cóctel se dio en el patio del castillo. Aparte de los canapés, los platos de jamón corrieron como la pólvora (en Salamanca es casi obligatorio) y lo que más triunfó fue una mesa de quesos que pusimos y que a los invitados les encantó.

Como nuestra boda, sobre todo, fue de gente joven, que fueron la esencia de la boda, entramos al banquete con Flying Free. Imaginaos el subidón que hubo.

La cena estuvo muy bien y correcta. Mi ramo se lo regalé a mi abuela, que fue uno de los momentos más emocionantes de la noche, y tras entregar unos cuantos regalos más y chuches a los más peques, de repente todo el mundo se levantó y nos regalaron un baile conjunto que nos hizo quedarnos con la boca abierta.

Abrimos la fiesta con nuestro baile de novios, una canción preciosa de Tarzán, que por cierto, me equivoqué yo y tuvimos que improvisar. Y finalmente, la fiesta no pudo ser mejor; contratamos una banda de rock que amenizó la noche temazo tras temazo, tocaron de maravilla en directo e hicieron partícipe a todo el mundo (novios incluidos). Sin duda, fue uno de los mayores aciertos de la boda. La fiesta se alargó hasta las 5, y os prometo que el día pasó volando.

Tanto tiempo organizando la boda para que pase tan rápido... por eso os aconsejo, y aunque en muchos casos es difícil, que dejéis los nervios a un lado, disfrutéis y seáis conscientes de todo desde el minuto 1, ¡que cada momento será irrepetible!

Aguanté con los tacones todo el día, eso sí, luego me tuvieron que llevar en volandas a la habitación, pues mis pies se rindieron. Al día siguiente ya estábamos volando hacia Nueva Zelanda, que sin duda ha sido el mejor destino que pudimos elegir y el mejor viaje de nuestra vida.

¡Ojalá poder repetir cada año el mismo día sin cambiar nada!