La boda de Dani y Lucía en Jorba, Barcelona
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D&L
21 Nov, 2015El día de nuestra boda
Siempre fui esa chica que nadie creyó que se casaría. Una y otra vez me dijeron: "es que así nadie se va a querer casar contigo", todo esto basado en mi apariencia y mis ganas de libertad. En el fondo, uno de mis más grandes deseos era encontrar a alguien que me entendiera, me quisiera como soy y no tuviera problema en compartir su vida conmigo. En realidad, yo no buscaba la aprobación de nadie, buscaba un compañero de aventuras, de locura, de vida.
Hoy, hace dos meses, uní mi vida a la del chico que no solo supo entenderme, sino que me dejó entenderlo a él, que ha estado dispuesto a ver el mundo a mi lado y me comparte su perspectiva a la vez que escucha la mía.
Después de haber salido juntos por un buen tiempo, después de vivir juntos por otro tiempo más, un día de junio decidimos casarnos. Pensamos en todas las formas que nos gustaría hacerlo, incluso llegamos a pensar en hacerlo a escondidas y solo darle la sorpresa al mundo. Al final, decidimos hacer partícipes a las personas más importantes de nuestro entorno.
Seguir leyendo »Antes de explicar cómo organizamos la boda, quién lea esto tiene que saber que soy mexicana, radicada en Barcelona desde 2012, y mi esposo es catalán, de Igualada, específicamente. No tengo familia en Barcelona o en España, está toda en México, ya que en realidad yo solo venía por dos años a estudiar y regresaría a mi país. Nunca esperé que el hombre de mi vida estuviera al otro lado del mundo.
El primer bosquejo de nuestra boda (después de revisar nuestra situación financiera), fue el siguiente: “nos ponemos la mejor ropa que podamos encontrar en el armario, vamos al registro civil, firmamos, hacemos un brindis en el bar de detrás de casa y de ahí nos vamos de fiesta con nuestros amigos a Salou, o algo similar”. Y hasta ese momento estábamos más que felices con todo el plan.
Después de anunciar nuestro compromiso, tanto a mi familia, a la suya y a nuestros amigos, todo el mundo empezó a querer involucrarse. Realmente creímos que, sobre todo, nuestros padres pensarían que era una locura y que nos lo iban a impedir. Lo que pasa es que no consideramos las familias tan comprensivas y maravillosas de las que venimos, y entonces todo empezó a cambiar. En cuanto nos dieron la fecha en el registro civil, mi familia se encargó de conseguir vuelos a Barcelona (Sí, ¡Van a estar conmigo!). Los padres de mi chico se ofrecieron a ayudar económicamente al igual que los míos y entonces empezamos a considerar la opción de poder tener la boda de nuestros sueños.
Conocimos el Hotel Molí Blanc por casualidad, pero fue amor a primera vista, desde la primera fotografía que vimos supimos que ese era nuestro lugar. Hablamos con la administración del hotel y fueron tan majos que no hubo otra opción que no fuera esa (y miren que vimos opciones, pero ninguna les llegó a los talones).
Desde el diseño de nuestros vestuarios, hasta la ambientación de la boda, fue todo tal cual lo quisimos, incluso, para asegurarnos, lo hicimos nosotros mismos. Nadie iba a poder hacerlo tan bien como lo teníamos en mente nosotros. Esther, la modista que hizo mi vestido, en un principio tuvo dudas del diseño que le manejé. Sin embargo, no puso ninguna pega y, al final, el resultado fue aún más hermoso de lo que las dos teníamos en mente. Hicimos nuestra propia cerveza artesanal, nuestras decoraciones, nuestros detalles para los invitados, nuestro altar para la ceremonia, vaya, todo para que pudieran sentir lo importante y personal que era para nosotros ese día, el mejor de nuestras vidas.
Cuando llegó el día, los nervios estaban a flor de pie. Dani había dormido en casa de sus padres y yo en la nuestra. En casa, conmigo, también durmieron mi estilista y mi maquilladora, quienes también son de mis mejores amigos desde hace años. Al despertar nada me parecía real, sentía que era otro día normal, que tenía que preparar desayuno para dos y hacer la rutina de cada día, hasta que salieron de la habitación mis amigos con sus herramientas listos para arreglarme. Yo no podía ni hablar, no sé por qué estaba tan nerviosa, pero vaya que lo estaba. Comenzaron a arreglarme, llegó mi madre, mi hermana y de pronto, los fotógrafos. Todavía no llevaba el vestido puesto, fue el ver a los fotógrafos lo que me hizo entender lo real que era todo. ¡Ese día me iba a casar con el chico más increíble del mundo! Ya ponerme el vestido fue la cereza en el pastel, y al soltarme las anillas del cabello y peinarlas…mi amigo me puso las manos sobre los hombros y me vio con orgullo y nostalgia, casi nos soltamos a llorar.
De pronto, ruidos de motores. Una caravana de 7 coches, en el que el primero llevaba a Dani y el último de la fila estaba destinado para mí, había llegado a casa para llevarnos al hotel, a casarnos. Pero antes, una paradita. Los amigos de mi chico son aficionados del mundo del motor y muchos de ellos forman parte de él. Pues nos detuvimos a que hicieran un pequeño espectáculo de drift con mi futuro esposo como protagonista. Si sobrevivía estaba listo para casarse (y yo, mientras, sin poder verlo ni que me viera dentro del coche con el Jesús en la boca y los nervios que no me dejaban en paz). Una vez que Dani sobrevivió fuimos hacia el sitio y comenzó la boda de nuestros sueños.
Dani escogió Stairway to Heaven como canción de entrada y yo la podía oír sonar desde lejos. Luego sonó Can't Help Falling In love y esa era mi pauta para entrar del brazo de mi padre. Todos se veían tan felices de estar ahí y Dani estaba mucho más guapo de lo que hubiera esperado, y feliz, como yo, como todos.
Toda la tarde estuvo llena de sonrisas, amor y felicidad de esa que no se puede describir de tan verdadera. Bailamos, comimos (increíble, por cierto. El catering fue del mismo Molí Blanc y todo estuvo delicioso), gritamos, lloramos de felicidad, nos embriagamos, bailamos más, disfrutamos de la increíble selección musical que hubo para toda la boda, vaya, todo fue perfecto. Los primos nos escribieron una canción con nuestra historia, todos los invitados participaron a cantarla. El ramo lo atrapó nuestra amiga, la maquilladora, y ella y su chico han decidido casarse este 2016. El amor se propagó por todo el Molí Blanc y no hubo espacio en el que cupiera la tristeza o los malos rollos.
Para nosotros fue la boda más bonita del mundo y el mejor inicio que pudimos tener para esta etapa de nuestras vidas, la que nos toca vivir juntos, y con la felicidad que llevamos arrastrando desde ese 21 de noviembre del 2015.
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