La boda de Antonio y Patricia en Velez Malaga, Málaga
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A&P
25 Abr, 2015El día de nuestra boda
El día que siempre soñé.
Desde pequeñas, muchas de nosotras hemos soñado con encontrar a nuestro príncipe azul y ser felices para siempre. Pues yo puedo decir que ya conocía a mi príncipe, pero nuestras vidas tomaron caminos distintos, y doce años después, coincidimos en el mismo cruce del destino.
Tras dos años de gran intensidad, recordando viejas batallitas, disfrutando de cada momento, bailando bachata, viviendo juntos, y durmiendo abrazados, mi querido Antonio me sorprendió una mañana en mi despacho con unas flores y una tarjeta unida a un estuche. Estábamos en la puerta, y me puse tan nerviosa, que a pesar de que intuía lo que ocurría, me quedé en blanco. Sí, era la pedida de matrimonio. Sobra decir cuál fue mi respuesta.
EL día antes de la boda fue mi cumpleaños, y aunque supuestamente no debíamos vernos el dia antes de la boda, él me quiso dar una sorpresa y me llevó al Jardín Botánico. Tal y como me prometió, en el minarete volvió a pedirme que fuera su esposa.
Seguir leyendo »La noche antes de la boda también hubo sorpresas. Preparé la cena, risotto, para mis hermanas y un par de amigas, Yeyi y Carol, y después brindamos con champán. Entrada ya la medianoche, recibo llamada de mi inminente futuro marido, que me dice que me arregle, (¿cómo?), y que salga a la calle. Yo entonces solo me encontraba con mi amiga Yeyi. Entonces salimos a la calle, y allí estaban, en el coche, nuestros novios, y nos fuimos de marcha. No es lo tradicional, lo sé, pero yo después dormí como un lirón.
La noche había sido larga, y cuando desperté el día de mi boda ya eran las 11:00, pero me dio tiempo a todo sobradamente. Incluso fui yo misma con mi padre a recoger mi ramo, mi precioso ramo bouquet, pequeñito y redondito de peonias y rosas de pitiminí. Después de comer, mi padre también fue el que me llevó a la peluquería. Sí, fui yo misma a la pelu, mi pelu de toda la vida, con la que ya habíamos realizado pruebas. Puedo decir a mucha honra, que además de estar súper a gusto con mi peluquera, Estefanía, me ahorré un dineral, y me hizo el peinado elegido, o incluso mejor aún.
Ya se acercaba la hora. Eran las 17:30, y aun me quedaba maquillaje y vestirme, y los fotógrafos llegaban a las 18:00. Mi hermana me maquilló, y mi madre me ayudó a vestirme. Estaba tranquila, increíblemente tranquila, siendo el manojillo de nervios que era yo. Mejor así.
Anécdota: me tuvieron que maquillar en el patio de mi casa, porque una prima a la que nunca, nunca veía, llegó de viaje y se adueñó del cuarto de baño. Un caso, la novia esperando a que una extraña le dejara su baño libre.
Cuando llegaron los fotógrafos me sentí como una famosa. Dos fotógrafos y un cámara, magníficos profesionales y proveedores de bodas.net (Más Visual), de los que aporto algunas de las fotitos que nos hicieron. La verdad, me sentía abrumada y alagada. No estoy acostumbrada a posar, de hecho, no se me da bien, se me ve forzada, por eso decidí ser yo misma, con mis payasadas, mis bromas, y mis risas. Y junto con toda mi familia, me sentí muy cómoda y tranquila.
Solo cuando llegó más gente a verme, queriendo fotos, fotos, y más fotos, empecé a agobiarme. Tenía mucho calor, sudaba, y estaba con el abanico en mano. Salí al patio a fumar, y mi hermana y cuñado me dieron champán para calmar los nervios. Claro, es que estaba nerviosa perdida.
Llegó entonces mi carruaje de ensueño, un vehículo clásico, Hurtain Albaycin color crema, con los detalles florales en conjunto con mi ramo, con chófer incluido, y descapotable. ¡Todos se quedaron con la boca abierta!, era un regalo del novio para la novia. Yo no quise esperar más, y me subí a mi precioso coche con mi padre. Fuimos por toda la ciudad, todas las miradas puestas en mí. Yo saludaba como si fuese de la realeza, jeje. Ahí me sentí como una princesa, fue maravilloso. La cara de mi padre no tenía precio, también estaba nervioso.
Ya llegando al Parque del Río, resulta que nos dijeron que nos fuéramos. ¿Qué pasaba?, ¡que el novio aún no había llegado! Seré la primera novia que llega mucho antes que el novio, qué desastre, jaja. Otra anécdota que recordar.
Llegó el momento de mi entrada, y ya se me descompuso la cara. Sonreía, sí, pero juro que no veía nada, estaba ensimismada. Y cuando oí la banda sonora de Braveheart, For the love of princess , mi canción, empezó mi entrada hacia los brazos de mi futuro marido. Al fondo del pasillo del césped verde y pétalos de rosas y cerezo, estaba mi amor esperándome. Me detuve un segundo y lo miré: tan guapo, esbelto, elegante, con su piel tan morena, que hace que sus preciosos ojos resalten aún más. Su mirada se posó en mí, y yo le respondí.
La emoción fue aumentando a medida que avanzaba hacia él, y cuando mi padre ofreció mi mano a su mano, nos asimos, entrelazando nuestros dedos, nos abrazamos, nos besamos, y no pude, no pude parar de llorar. Las lágrimas de explosión de la felicidad. Nadie habló, ni siquiera murmuraban, ni un leve susurro. Eché una vista en general hacia todos los invitados, y vi ojos lagrimosos, y pañuelos que evitaban que se estropeara el rímel. Miré hacia Lurdes, la concejal que oficiaba la boda, y estaba hecha un mar de lágrimas. Mi amiga, que fue mi compañera, me prometió que se contendría, pero no pudo. Y un poco escondida, pero la vi, la busqué con la mirada y la encontré, a Sarah, la que hizo posible aquel ambiente mágico y único, nuestra organizadora, que se ha convertido en mucho más, en alguien de la familia, porque así la queremos.
Y volví a mirar a mi marido. Había llegado el momento, el día que tanto soñamos, el lugar mágico que escogimos con tanta ilusión. Llegó por fin el comienzo de una nueva etapa de nuestras vidas, ya era hora de que las cosas nos salieran bien. Llegó el momento de decirnos el “sí, quiero”.
Espero que os guste mi crónica. Hay mucho más que contar, pero creo que os aburriríais leyendo tanto. Os deseo toda la magia del universo para vuestros matrimonios, que nunca decaigan la pasión y las sorpresas.
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