La boda de Álvaro y Patricia en Sevilla, Sevilla

El día de nuestra boda

Hay una cosa que me llama mucho la atención, y es que durante el año y medio que estuve con los preparativos, no tuve ni un poco de nervios. Mi familia, mis compañeros, mis amigas, nadie se podía explicar cómo podía existir una pareja de novios tan tranquila. Hasta que llegaron las dos últimas semanas. Uf, ahí empecé a ser consciente de lo que iba a pasar, tenía miedo de que saliese algo mal, de que no diera tiempo a terminar. Mi boda estaba prevista para el 3 de junio, por lo que la previsión climatológica era buena, pero de pronto empezó el mal tiempo y no paraba de llover esos días. Mi boda fue planeada para celebrarla en exterior y de noche, en un jardín enorme y precioso, así que contratamos iluminación exterior, animación, el banquete también se organizó fuera. Y se iba acercando el día y yo más nerviosa que estaba. La jefa del catering ya me estaba sugiriendo la posibilidad de que quizás había que hacerlo todo en un salón interior. Cada día la previsión climatológica era distinta, ya no sabía qué pensar. Pero mi novio no perdía la esperanza. Cuanto más nerviosa estaba yo, más tranquilo estaba él y me decía que todo iba a salir bien. Llegó el día anterior a la boda. Ese día cayó una tormenta de tres mil demonios. Y no sé cómo, pero eso me tranquilizó (por cierto, el día de antes de la boda es un día precioso y lleno de emociones) porque pensé que ahí llovió todo lo que tenía que llover. Y cuando llegó el día de la boda… ¡El día que hacía era espectacular! Sol, buena temperatura, nadie pasó ni calor ni frío, y por la noche además un pedazo de luna llena preciosa. Al día siguiente volvió a llover de nuevo, fue fantástico. Es como si el cielo nos hubiera concedido una tregua ese día para que todos disfrutásemos.