La boda de Alberto y Mª Jesús en San Fernando, Cádiz
Al aire libre Primavera Azul 3 profesionales
A&M
21 May, 2015El día de nuestra boda
Lo primero que me viene a la mente cada vez que recuerdo el día de mi boda, es una frase que me repitieron hasta la saciedad mientras lo organizaba todo: "después el día se pasa volando", ¡y es verdad!
Tanto a mi pareja como a mí nos gusta mucho la naturaleza y los espacios abiertos, por eso decidimos organizar nuestra boda durante el día y al aire libre, en plan barbacoa, que aparte de ser más económico, (48 euros el cubierto), resultaba mucho "de nuestro estilo".
Reservamos una finquita y un catering, que supieron ajustarse a lo que queríamos a la perfección, y nos pasamos casi año y medio preparándolo todo, con el hándicap añadido de estar viviendo muy lejos del sitio donde nos casamos. Tanto mi marido como yo vivimos en Tarragona, pero toda nuestra familia es de Cádiz, por lo que queríamos casarnos allí a toda costa).
Me pasé meses haciendo a mano todas las cosas que se me ocurrían, con tal de poder ahorrar algo de dinero; invitaciones, alfileres de boda, bolsitas de arroz, botellitas de licor como detalle para los chicos, árbol de huellas...incluso intenté confeccionarme mi vestido, pero como no sé coser, os podéis imaginar el resultado, un desastre, lo que supuso que un mes antes de la boda no tenía vestido, pero logré encontrar uno que se ajustaba a lo que quería en un pequeño taller de confección muy cercano a mi casa y a un precio increíble (125 euros más los arreglos, ¡sí sí, tal como suena!), pero lo mejor estaba por llegar.. Vamos por partes.
Seguir leyendo »El día de la boda me levanté a eso de las 7 de la mañana, porque a las 9 llegaban a casa la peluquera y la maquilladora, no pude ni desayunar con los nervios: el vestido (de gasa blanco, tipo imperio con un fajín azul de un tono precioso) colgado, mi padre con la cámara de fotos por todos los rincones, y todo el mundo queriendo mantener la calma.
Habíamos elegido un semirrecogido adornado con algunas flores artificiales y unos detalles en azul a juego con el vestido. Mi maquillaje sencillo, muy natural, nunca me ha gustado destacar...
Mis damas de honor, a las que quiero con toda mi alma, me habían ayudado durante todos estos meses con todos los preparativos. Eran 3: una amiga que vive en Cádiz (que fue además mi testigo de bodas), otra que vive aquí conmigo en Tarragona y mi prima que vive en Santiago de Chile y que muy tristemente no pudo venir a la boda, pero estuvo todo el tiempo al pie del cañón, aconsejándome y dándome "tips" de moda y maquillaje, porque yo sinceramente, siempre he sido un desastre para esas cosas.
La diferencia horaria entre Santiago y España es de unas 6 horas, y yo me casaba a las 13:00 por lo que la única opción de que pudiéramos vernos todas antes de entrar al juzgado era hacer una videoconferencia sobre las 12 de la mañana (las 7 de la mañana en Santiago) y así acordamos.
Me había pasado meses dándole vueltas a ver que podía regalarles en agradecimiento por tanto esfuerzo y apoyo y finalmente me decanté por una gargantilla, exactamente igual a la que yo llevaba ese día, solo que con el cristal de Swarovsky de diferente color, para cada una a juego con su vestido. a mi prima se lo envié por correos unos días antes, y así por Skype, rodaron las primeras lagrimas (¡madre mía, que me acabo de maquillar y ya lo voy a estropear!), pero qué va, aguantó en su sitio como un campeón.
¡Tras reponerme del nudo en la garganta, vámonos que nos vamos! ¡Al coche y al juzgado! Entre la tensión y el corsé que llevaba puesto, iba más tiesa que un palo, creo que ni apoyé la espalda en el asiento… Y al llegar ahí estaba él, esperándome, con un traje de chaqueta blanco, estilo ibicenco y una chaqueta azul... Y esa forma de mirarme que siempre tiene, que hace que todo a mi alrededor desaparezca... A partir de ese momento, el día comenzó a correr a un ritmo vertiginoso.
Entramos al juzgado, donde una jueza muy simpática nos dijo algunas palabras y se dispuso a leer nuestros documentos de solicitud y demás, pero claro, como lo habíamos tramitado todo en Cataluña, estaba todo en catalán y ella no lo entendía, así que prefirió saltarse ese paso antes que meter la pata con la lectura y pasamos directamente a firmar, con lo cual en menos de 10 minutos ya estábamos afuera. Una amiga la catalogó como la firma más rápida de la historia.
No teníamos anillos, porque por alguna misteriosa razón, mi suegra nos había preguntado si nos importaba ponérnoslos en la finca en lugar de en el juzgado, a lo que accedimos (con un poco de temor a sus ideas, todo sea dicho).
Como a la sala del juzgado solo podían entrar los contrayentes, padrinos y testigos, salvo algunos invitados que nos esperaron afuera en la puerta, la gran mayoría optó por esperarnos directamente en la finca tomando algunos aperitivos mientras nosotros pasábamos unos minutos por el jardín botánico para hacernos algunas fotos para el reportaje. He de decir que no contraté ningún fotógrafo, sino que aun amigo y mi padre se encargaron de ello.
Aquí en los jardines hicimos las primeras fotos, con nosotros venía nuestro perro, que más que un perro es un hijo y por supuesto iba a acompañarnos a la boda durante todo el día. Iba flamante con un traje de chaqueta que le hizo mi madre.
Al llegar a la finca nos esperaba una lluvia de arroz de colores, muchos saludos, muchas sonrisas, muchos besos y muchas fotos... Una copita de bienvenida y acompañaron a los invitados a los jardines donde se habían ubicado las mesas mientras nosotros esperábamos un poco.
Tras unos diez minutillos comenzó a sonar la canción "from this moment" de Shania Twain y a su ritmo, avanzamos por el pasillo central hacia las carpas, donde nos ofrecieron unas tijeras para cortar la cinta de entrada e hicimos el brindis con cava, muy bonito todo. Supuestamente ahora deberíamos de sentarnos a la mesa, ¡pero no, aquí es donde comenzaron las sorpresas!
Yo soy una fanática del carnaval, y mis cuñados María y David nos habían preparado un romancero gaditano que nos hizo reír a carcajada limpia durante un buen rato. Acto seguido nos hicieron girarnos hacia el otro lado y apareció un búho real (¡sí, un búho!), que nos traía los anillos, yo estaba flipando, os lo juro… Pensaba que los anillos nos lo traería nuestro perro o algo así, pero jamás me hubiera imaginado que vinieran de la pata de un animal tan bello, enganchados con un lazo de organza.
Pero ahí no quedó la cosa, ¡no! Nos volvieron a hacer girar y el dueño de la finca se acercó a nosotros y nos dijo, "esto que viene ahora es un regalo de nuestra parte, disfrutadlo, este es vuestro momento" y un chico comenzó a cantarnos una canción en directo preciosa, no he llorado más en mi vida, de hecho, creo que todo el mundo lloró. Mi marido también emocionadísimo, con los ojos picados en lágrimas (y mira que es duro para soltar una lágrima), todavía hoy se me erizan los pelos cada vez que lo recuerdo.
Tras esto y comprobar que el maquillaje, (contra todo pronóstico) seguía intacto, pasamos a sentarnos y a “comer” algo, y lo pongo entre comillas porque después de tantas emociones era imposible tomar bocado. Me tome un trocito de cazón en adobo y a duras penas.
Tras un rato que a mí me pareció un segundo, mi tía nos pidió si la podíamos acompañar un momento, vaya... otra sorpresa! y nos entregó el mapa de un tesoro, como las gincanas de los críos, que nos hizo dar un par de vueltas por toda la finca, resolviendo acertijos, hasta encontrar en el interior de un pozo, un cofre que contenía 200 euros (en monedas de 20 céntimos), menos mal que ella misma se ofreció para llevarlo al banco y hacernos el ingreso él cuenta, que si no... La verdad que fue muy divertido. Directamente pasamos a repartir los detallitos y no nos había dado tiempo ni a terminar esto cuando nos estaban reclamando la gente del catering para cortar la tarta.
Un buen amigo nos había hecho las figuras con pasta fimo (perro incluido) y estaban geniales, y al ritmo de la banda sonora de Rocky (elección de mi marido), cortamos la tarta con una espada laser, la gente se partía de risa con nuestras ocurrencias.
¡La tarta estaba buenísima! Pero igualmente apenas tomé un bocado con tanta foto.
Ya más relajados, como ninguno de los dos somos mucho de bailecitos, inauguramos la barra libre con un pequeño espectáculo, un malabarista preparó unos cocteles espectaculares haciendo malabares con las botellas al ritmo de música tecno, una pasada, nos encantó, y de repente vimos que otra cuñada nuestra nos llamaba. Madre mía, ¿otra sorpresa? ¡Nos habían contratado un photocall! Y claro teníamos que inaugurarlo nosotros, ¡divertidísimo! Y según iban haciéndose fotos, se imprimían directamente y se pegaban en un álbum, donde los invitados iban firmando. Al final de la noche recibimos el álbum completo de recuerdo, que por más veces que lo veo, no puedo dejar de reírme, porque terminas descubriendo caras y disfraces en los que no habías reparado hasta el momento.
¡Aparece mi padre por el fondo, niña! Que son las 9 de la noche, si quieres hacerte las fotos al atardecer en la playa ya podemos salir, pero corriendo vaya.
Así que nos montamos en el coche y abandonamos a nuestros invitados a su suerte durante un rato, mientras completábamos nuestro reportaje de fotos a la orilla del mar, disfrutando de los colores que solo las puestas de sol gaditanas pueden ofrecer. Momentos muy bonitos y románticos, y salieron unas fotos... ¡Increíbles, preciosas!
Cuando volvimos a la finca, algunos invitados 8especialmente los que tenían niños pequeños y las personas mayores) ya habían marchado, y los demás continuabas de fiesta en la discoteca; bailamos, y bailamos, y bebimos mojitos y seguimos bailando todo lo que se nos ocurría y más, desde una conga hasta un limbo, pasando por salsa, merengue...
Una amiga viene y me dice, "¡oye, se te ha olvidado pasar el árbol de huellas!". Pues ya se ha ido muchísima gente, ya no tiene sentido… Bueno, qué le vamos a hacer, vamos a bailar.
Ya a eso de las 12 de la noche, y dado que no queríamos que la gente se cansara en exceso, ni ser una de esas bodas tan interminables que se hacen pesadas, quisimos cerrar el día y nuestro DJ nos puso como colofón la canción de I Will Survive, que bailamos los pocos que quedábamos (que por cierto éramos los más cercanos, mejores amigos y familia más querida), ¡terminando con un abrazo en grupo muy muy apretado! Muchas risas y alguno por el suelo al perder el equilibrio.
En fin, un día que se presentaba memorable fue insuperable gracias a que tanta gente se implicó. ¡Muchas emociones, muchas sorpresas y mucho, mucho amor! ¡Repetiría sin pensarlo!
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