La boda de Diego y Laura en Madrid, Madrid
Elegantes Verano Fucsia 5 profesionales
D&L
04 Jul, 2015El día de nuestra boda
Nuestra boda no podía haber salido mejor. Yo tenía una idea en la cabeza, lo llevaba imaginando mucho tiempo, y tengo que decir que fue infinitamente mejor de lo que yo me había imaginado. Solo de recordarlo me emociono.
Esa mañana me desperté muy temprano en casa de mis padres, en la que había sido mi habitación desde los 11 años, y lo primero que hice fue ir a ver mi vestido. Ya emocionada bajé a desayunar con lágrimas en los ojos, ¡no podía creer que ya había llegado el día!
Después de desayunar intenté relajarme en el sofá, pero me resultaba imposible, aún quedaba tanto por hacer... A las 10:30 habíamos quedado mi padre y yo con mi prometido, Diego, su padre, y uno de sus tíos, para ir al Palacio del Negralejo a llevar regalitos, decoraciones, meseros, libro de firmas... ¡todo! Estaba tan nerviosa intentando programar horarios y analizando todo mentalmente para que no se nos olvidara nada, que acabé mareada en la farmacia pidiendo consejo para ver si me podía tomar algún relajante, ya que unos días antes me había picado una avispa y al estar con antihistamínicos, no sabía si podía tomar ambas cosas. Además se juntaba la emoción de imaginar la cara de Diego al recibir por parte del fotógrafo que iría a hacer el reportaje en su casa, un regalo que yo le había encargado que le diera. No hizo falta tomar nada más, pues llegaron las 10:30 y en cuanto pisé el Palacio y organizamos y dejamos todo listo, ¡se me pasaron todos los males y empecé a disfrutar!
Seguir leyendo »Al llegar de nuevo a casa me encontré con una sorpresa fabulosa: mi madre y dos amigas habían decorado la entrada colgando pompones y flores de papel de seda en color blanco, como mi vestido, y fucsia, como mis zapatos. Habían puesto una alfombra blanca para cuando saliera de casa, ¡Lo habían dejado todo precioso, parecía sacado de un cuento!
Al momento tuvimos que irnos a comer los tíos, los primos, algunos amigos de la familia; éramos un montón. Habíamos reservado en un restaurante cercano y fue genial poder compartir ese momento todos juntos. Mi madre y yo enseguida tuvimos que marcharnos, pues llegaba Verónica y empezaba a ponernos guapas.
La verdad es que disfruté mucho del momento belleza, Verónica es una gran profesional y me puso las cosas muy fáciles. El día de la prueba enseguida dio con mi peinado y maquillaje, y el día de la boda hizo unos pequeños cambios a mejor, y acabó realizando un trabajo fabuloso. Nos pasamos todo el rato charlando y riendo, como si nos conociéramos de toda la vida, me ayudó a estar distraída y el tiempo pasó volando.
Cuando estaba acabando, llegaron Diego y Claret, dos de nuestros fotógrafos. Nunca me habían hecho un reportaje de fotos, pero ellos dos son tan buenos profesionales y tan encantadores, que me hicieron sentir muy a gusto, como si llevaran haciéndome fotos toda mi vida. ¡Fue muy divertido, nos reímos un montón!
Cuando mi madre terminó de vestirme, llegó uno de los momentos más deseados del día, con el que tanto había fantaseado en mi cabeza cuando imaginaba el día de mi boda: mi padre subiendo por las escaleras y viéndome por primera vez vestida de blanco. Por mucho que escribiera, nunca podría describir ni su cara, ni lo que sentí en mi corazón cuando le dejé en un principio sin palabras, y después con lágrimas en los ojos (¡mi padre llorando de emoción!). Dijo que conociéndome, había imaginado un vestido bonito, pero que ese era espectacular y que estaba preciosa. ¡Ya nada podía salir mal!
Estaba pasándomelo tan bien, que el tiempo siguió volando, y llegó la hora de meternos en el coche de camino al Palacio. Mi primo pequeño conducía el coche de mi padre, el que decidí que me llevara a la ermita, adornado con gerberas fucsias, algunas de las flores que habría en los centros del altar. El camino fue también muy divertido, nos reíamos solo de pensar en el aspecto que debía de tener yo encajonada en el asiento de atrás. Mi vestido era tan grande y con tantas capas, que apenas se me veía la carita entre tanto blanco.
He de reconocer que mi miedo desde el primer momento era mi reacción ese día. Yo soy muy llorona, con todo me emociono, y me daba miedo empezar a llorar y no poder parar, y luego tener unas fotos con muecas, lágrimas en las mejillas, y máscara de pestañas por toda la cara. Pero cuando entramos con el coche en el Palacio del Negralejo y vi a muchos de los invitados esperándome, sentí que todo iba a ir bien. Conocía a todas aquellas personas, me di cuenta de que no les iba a importar que llorara si tenía que llorar, o mis nervios si me confundía al leer algo, iban a entender todo lo que pasara, con lo cual no tenía que preocuparme. Además, si algo salía diferente a como debía ser, ellos no se iban a dar cuenta, ya que todo lo que habíamos preparado Diego y yo era sorpresa. Tras este pensamiento, se dibujó una sonrisa en mi cara, ¡y ya no se borró en toda la noche!
Ya fuera del coche, con mi vestido perfectamente colocado, mi ramo en la mano izquierda, y agarrada del brazo de mi padre, comenzó a sonar Nessun Dorma (uf, ¡qué bonita que es!), y entramos a la ermita camino al altar. Mi recuerdo de este momento es que el tiempo se paró en el instante en que entré por la puerta, mi único deseo era ver a Diego en el altar, es lo único que me importaba. Ver lo guapo que estaba, la cara que ponía al verme, su sonrisa, sus ojos. Dejé de escuchar la música, dejé de ver a los invitados, solo tenía ojos para él. Di dos besos a mi padre, que me entregó a él, le cogí de la mano, y me sentí la mujer más feliz del mundo.
Don Jesús, el párroco de Rivas, celebró un sacramento precioso, muy cercano, muy emotivo todo. Hubo alguna lagrimilla al recordar a los familiares que no estaban presentes, hubo emoción en las lecturas, hubo mucho amor en el consentimiento y en la entrega de anillos, y hubo risas y aplausos previos al beso de marido y mujer. La coral de Alcobendas cantó como los ángeles. ¡Mejor imposible!
Salimos de la ermita protegidos por mi velo, esperando la lluvia de arroz y pétalos. Llegaba el momento de los besos, de saludar a todo el mundo que había venido a compartir con nosotros el día más importante de nuestras vidas. Yo me sentía guapísima, todo el mundo diciendo lo mismo; son amigos y familia, pero bueno, nosotros nos sentíamos muy cómodos. Yo estaba tan feliz, tan feliz, que solo podía sonreír y saborear absolutamente todo lo que estaba pasando.
Mientras todo el mundo iba al jardín donde se celebraba el cóctel, nosotros fuimos a hacernos un par de fotos a la entrada del Palacio; solo un par, pues no queríamos perdernos la oportunidad de charlar con nuestros invitados en ese momento tan relajado. Además las fotos de pareja estaban programadas a la vuelta de la luna de miel. Las haríamos en la provincia de la Coruña, en nuestro lugar favorito y en la playa, con la puesta de sol.
Todos los invitados estaban encantados con todo lo que habían podido ver hasta ese momento: los detalles del arroz coloreado, los paquetitos de pañuelos para lágrimas de felicidad, los protectores de tacón para las mujeres, los helados flash en la entrada. Los casaderos incluso comentaron que habíamos puesto el listón muy alto, y que a ver quién se casaba el siguiente. Opinaban lo mismo del Palacio, que no podíamos haber elegido mejor, ya que el sitio iba muy como nosotros, que todo riquísimo y precioso.
Entramos en el salón y después de agradecer a todo el mundo acompañarnos en ese día, les conté una leyenda china, que además de preciosa, me parece muy convincente, sobre la explicación de porqué llevamos la alianza de boda en el dedo anular. Comenzó la cena y de nuevo volvimos a sentirnos super a gusto en todo momento. Los camareros muy muy amables, el Dj encantador, nuestro maître mejor imposible, y las chicas una maravilla. Vamos, que no podía haber salido mejor, los dos estábamos como en una nube.
Tras los postres, durante el café, decidimos hacer entrega de los regalitos, primero a los padres. Yo entregué a mi madre un álbum con fotos nuestras desde que estaba embarazada de mí, hasta un hueco que dejé en la última hoja, en la que pegaremos una foto nuestra de la boda. A mi padre una carta. A los padres de Diego un ramo de flores precioso que nos preparó Elisa, la florista. Y a una de mis tías le regalé el ramo que debía llevarle a mi tío al cementerio. A los invitados les regalamos un llavero cactus, una botella de pacharán de té que hicimos nosotros en casa, y un puro.
Cuando ya habíamos hecho entrega de regalos y todo el mundo tomaba chupitos, Diego decidió darme una sorpresa. Me sentaron en medio del salón y comenzó a tocar el piano y cantar para mí una canción que siempre había querido que sonara en mi boda: "November rain", de los Guns N`Roses. Confieso que ahí sí que lloré. Nunca había tocado el piano para mí, siempre con la excusa de la vergüenza y de que llevaba mucho tiempo sin volverlo a tocar. Nunca le había escuchado, así que me pareció un gran gesto de amor y valiente a la vez, al querer darme esa sorpresa delante de más de 150 personas. Otra que le echó valor fue nuestra amiga Belén, que aunque tiene una voz preciosa, le cuesta mucho cantar delante de los amigos sino es encima de un escenario. Nos dedicó "One moment in time" y nos puso la piel de gallina.
Mientras Diego hablaba con el Dj para nuestro baile, fui a cambiarme, pues habíamos preparado y ensayado una coreografía con Sandra; y con mi vestido de novia nos resultaba imposible bailar "Empire State of mind" de Alicia Keys. Como estábamos en el salón Rosaleda, abrieron el techo para este momento, y así pudimos bailar bajo un manto de estrellas como bien habíamos anunciado en nuestra invitación. Salió todo fabuloso, 0% de vergüenza y 100% de disfrute; ¡Sandra iba a estar muy orgullosa de nosotros!
A día de hoy los amigos siguen haciendo comentarios sobre lo bien que lo pasaron y lo guapos que íbamos. Estoy muy, muy contenta. Encantados con haber decidido contratar fotos y también vídeo, pues en un principio no íbamos a cogerlo y en el último momento nos decidimos, y vaya acierto, hubo tantos detalles en la boda, que no tenerlos grabados nos habría dado mucha pena.
¡Un besazo muy fuerte a todas!
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