La boda de Mònica y Ferran en Barcelona, Barcelona

Con el restaurante ya reservado, nos sacamos un buen peso de encima, empiezas a sentir que todo va cogiendo forma, y poco a poco pensamos en ideas y detalles que no queríamos que faltaran en nuestro día. Hicimos muchas manualidades, a ambos nos gustan por lo que era una manera divertida de personalizar y dedicar horas en algo que nos hacía mucha ilusión. El diseño de la invitación, los pai-pai, las bolsitas de arroz, los conos para los pétalos, las bolsitas de golosinas, los marcasitios... y un montón de detalles más donde le dedicamos muchas horas para tener el resultado personalizado que esperábamos.

El fin de año de 2019 lo vivimos con mucha ilusión, pensando en el año que nos esperaba, un 2020 que iba a ser espectacular, único y mágico. Un 2020 con proyección al 24 de julio, el día en el que nos íbamos a casar y disfrutar de las mejores vacaciones que habríamos vivido nunca juntos: la luna de miel en Tailandia. Pero las cosas no siempre salen como uno espera y planifica, y, como todos sabemos, 2020 fue un año complicado, que nunca nadie olvidará.

Tras el duro golpe que supuso tener que posponer la boda, no fue fácil recuperar la ilusión de reanudar los preparativos, y más cuando en el 2021 tampoco auguraba un año fácil. Tardamos en volver a poner sobre la mesa todos los temas que teníamos abiertos de los preparativos, pero a principios de marzo nos volvimos a activar e incluso ampliamos el repertorio de detalles que teníamos inicialmente.

A principios de 2021, la evolución de la pandemia no dejaba claro que pudiéramos celebrar nuestro día, pero esta vez tuvimos suerte. Se acercaba San Juan, la gente mayor se iba vacunando y los indicadores iban mejorando.

Finalmente, el día llegó, parecía difícil de creer, habían pasado más de dos años de ese 2 de marzo, pero por fin había llegado el día del tan esperado “Sí, quiero”.

La mañana del 24 de junio me pasó volando, vino el Fotógrafo “Luz de Barcelona” hacia el mediodía para empezar la sesión de fotos donde hay que destacar que la calidad de su trabajo es muy buena. Los sentimientos de aquella mañana fueron un cóctel de nervios, ilusión y ganas: tenía ganas de que llegaran las 6 de la tarde para vernos en el altar.

Alrededor de las 17:30 llegué a los jardines de la iglesia donde ya estaban todos los invitados, tratar de saludarlos a todos hace que pierdas la noción del tiempo hasta el punto de pensar que la tía de Mónica bromeaba cuando me decía que la novia llegaría media hora tarde porque se habían dejado los anillos en el hotel, de hecho, hasta que no miré la hora y vi que ya pasaban 15 minutos de las 6 de la tarde, no me lo creí.

A pesar de este pequeño contratiempo, todo salió mejor de lo imaginado, y es que confiar en Mas Llombart fue una de las mejores decisiones que tomamos. Lo tenían todo controladísimo: nosotros solo teníamos que estar pendientes de disfrutar y pasarlo bien con nuestros invitados.

Sin duda, un día mágico que nunca olvidaremos.