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Beatriz y Chari son contadoras de historias bonitas. Sus imágenes son emotivas, frescas y naturales. Sus reportajes te transportan en el tiempo y transmiten un sentimiento único porque captan la esencia de las personas: esa mirada cómplice, esa sonrisa o esas lágrimas en los ojos que te transportarán de nuevo a vivir ese día tan especial.
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Se involucran al 100% con todas sus parejas porque saben que solo así se puede crear ese vínculo que hará que tu vídeo o tus fotografías de boda te lleguen al alma. Por eso, hacen como mínimo dos reuniones con los novios antes del evento y solo cogen un evento por fin de semana.
En Supercastizo os ofrecerán un servicio muy completo para vuestra boda.
- Vídeo de boda
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- Fotografía de boda
- Álbum de boda
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- Reportaje de preboda
- Reportaje de postboda
Con todo ello, conseguiréis un gran recuerdo del gran día.
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Siempre he sido una niña soñadora y creativa. De pequeña, me gustaba inventar cuentos e historias y jugaba con mi hermano a ser la protagonista de mis propios sueños. Incluso llegué a escribir con muy poquitos años mi primera obra de teatro, donde embarqué a todos mis amigos para representarla en nuestro cuarto de juegos. Años que recuerdo muy felices y llenos de imaginación.
No tardé demasiado tiempo en tener mi primer contacto con el mundo del arte. Con tan sólo 8 años me regalaron mi primera cámara de fotos, con la que aprendí a ver el mundo desde otra perspectiva. Ya en el instituto aprendí a revelar mis primeras fotos, cuando todavía no existía la era digital, y era algo que me apasionaba. Luego llegó la universidad y todo cambió: los estudios, los amigos, vivir en otra ciudad… realmente me desvinculé de la fotografía.
Al acabar la carrera de Traducción e Interpretación, me lié la manta a la cabeza y me fui a vivir a Londres. Esta experiencia me volvió a conectar con mi particular forma de ver la vida. Durante este tiempo, me di cuenta de cuánto me gustaba realmente esta profesión. Cuando regresé a España empecé a formarme hasta convertirme en fotógrafa profesional. Buen gusto, estilo y sensibilidad son los estandartes de mis fotografías.
Estudié, entre muchas otras cosas, Iluminación de Fotografía y Cine en Filmosofía y más tarde me matriculé en el Grado Superior de Imagen, dónde conocí a la que es mi otra mitad en este proyecto vital, Chari Fernández.
Aunque realmente quien me enseñó lo que es valioso en la vida es mi pequeña Lucía, una preciosa niña de casi tres años de pelo rubio y ojos azules llenos de luz. Un pequeño terremoto que rebosa vida y alegría por doquier, pero no siempre fue así.
Lucía nació con varias cardiopatías congénitas que todavía nos tienen en vilo. Ingresada desde que nació, con tan sólo dos meses de vida ya había sido operada tres veces, una de ellas a corazón abierto.
Muchos niños que nacen con este tipo de cardiopatías no superan su primer año de vida. Pero Lucía quería vivir, se agarraba a la vida con ganas y, a pesar de todas las dificultades que tuvo que soportar, siempre sonreía cuando su padre y yo le hablábamos de lo maravilloso que sería el mundo que le esperaba ahí afuera. Hoy en día formamos una preciosa familia.
Mis padres siempre me recuerdan que ya desde pequeña era una niña bastante avispada. Quizás tener un hermano 16 años mayor que yo (al que adoro por encima de todas las cosas) tenga algo que ver.
Con tres años me aprendí de memoria el cuento de Caperucita Roja y jugaba a despistar a los demás haciéndoles creer que lo leía de verdad. Pasaba cada página en el momento justo y todos se sorprendían al ver como una niña de esa edad podía leer con tanta soltura.
Creo que por eso mis padres siempre me incentivaron para que hiciera cosas creativas. Probablemente ya sabían que yo nunca podría dedicarme a algo que no me permitiese improvisar y sacar todo lo que llevo dentro. Lo intenté con el baile (lo odiaba), con las clases de pintura (que no resultaron ser lo mío) hasta que un día en casa de una amiga vi un artilugio que me fascinó: era un acordeón.
Aquel fue mi primer amor, el amor por la música, que me ha acompañado desde entonces. Una vieja guitarra de mi padre, una bandurria, un ukelele… Durante la adolescencia pertenecí a varios grupos y hasta dimos nuestros primeros conciertos. Recuerdo aquellos años como los más felices mi vida.
Llegó la universidad y con ella muchos cambios y ocupaciones que hicieron que tuviera que aparcar mis sueños de ser música por un tiempo. Estudié Turismo y Filología Inglesa y para cuando acabé llegó la crisis, así que ni trabajo ni sueños, todo se había terminado.
Así que un día, sin pensarlo demasiado, me matriculé en el ciclo formativo de Imagen. Fue la mejor decisión que pude tomar. Allí descubrí mi segunda pasión y una manera diferente de interpretar el mundo a través de la fotografía. Con la edición de video llegó otro gran descubrimiento, ya que podía combinar mis dos grandes pasiones (un buen video sin la melodía adecuada no sirve de nada).
Pero lo mejor de todo fue sin duda conocer a la que hoy se ha convertido en mi otra mitad, Beatriz Pérez. Desde que nos conocimos, casi no nos hemos separado. Ella y Lucía son mi segunda familia y sin ellas nada de esto sería posible.
Simpática, creativa y un poquito canalla, intento que en mi trabajo haya siempre improvisación y que mis clientes no solo se saquen preciosas fotos, sino que se lo pasen muy bien.
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