Soy Laura, de Valladolid y residente en Hannover, Alemania.
Llevo planeando mi boda desde las navidades de 2018 con toda la ilusión del mundo, y como a todas aquí, el Covid nos ha echado por borda todos los planes.
En principio me caso justo dentro de 1 mes. Solo me quedan 29 días y 3 horas al momento de la publicación de este mensaje. Soy de las que ha decidido tirar para delante con los planes, con la ilusión destrozada después de tanta inseguridad, planes en el aire y cambios, y sobre todo con muchas ganas de quitármelo todo de encima y volver a recuperar mi tranquilidad. Los papeles de la dispensa del arzobispado de Alemania se perdieron por el camino (han tardado 1 mes en llegar, llegaron ayer), más de la mitad de los invitados me han fallado (teniendo en cuenta que íbamos a ser unos 50, imaginaros que churro más grande) y algunos de ellos familiares cercanos, ayer me comunicó el hotel que no va a poder haber baile ni barra libre... No se cómo, estoy asumiendo todos los cambios, con mayor o menor grado de éxito. Estamos viviendo tiempos raros, y solo tenemos dos opciones: o retrasar la boda indefinidamente (lo siento por los que crear que en 2021 va a ser mejor.... porque va a ser más de lo mismo hasta que haya una vacuna), o tirar para delante con el carro de los problemas e ilusiones rotas y casarnos en la fecha prevista. Y estaba yo aquí sentada en el trabajo sin demasiado que hacer y he pensado en los abuelos. En los de todos nosotros. Pensad un momento cómo eran las bodas hace 60 o 70 años, en los pequeños pueblos españoles donde no había demasiados recursos. La gente iba a la iglesia con su mejor ropa, la ropa de domingo o mismamente la ropa que se compraban especialmente para el día de su funeral. No invitaban a nadie, era en la misa de domingo del pueblo. No había celebración posterior, como mucho una comida junto el núcleo familiar más próximo.... no tenían nada. Y me apuesto a que eso no les hacía desgraciados, ni eran menos felices el día de su boda, ni lo consideraban menos especial. A lo que voy es: estoy leyendo muchos mensajes de desesperación y tristeza en el foro. Mucha frustración por la espera, por la incertidumbre o los cambios. Yo soy la primera que se queja. Pero a lo mejor tenemos que cambiar un poco el chip. Asumir que NO va a ser la boda de nuestros sueños. Asumir que lo importante es estar junto con nuestros seres queridos que quieran venir y no ponerles en peligro, darse cuenta de que lo importante es el vínculo que se forma entre los novios, el simbolismo. A lo mejor tenemos que darle más importancia al fondo y al significado real de una boda y menos a todo lo demás que lo rodea. Que no hay baile ? Pues me inventaré una alternativa que no ponga en peligro a mis valientes invitados. Que no hay barra libre ? Pues en mesa. Que no puedo tener a tal o cual proveedor ? No es una competición de a ver quien hace la boda más vistosa y bonita. Desde luego nadie se va a olvidar nunca de una boda durante el COVID. Intentemos conseguir una chispa de ilusión, diversión y significado entre tanto caos, para ese día que va a ser igualmente especial aunque no lo tengamos todo.