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05 Sep, 2015El día de nuestra boda
Cuando pienso en el relato de mi boda no puedo dejar de pensar en todo el antes. Pero no el antes como sinónimo de año de preparativos, nervios, búsqueda del lugar adecuado, etc. Sino el antes como el "cómo convencer a mi pareja de casarnos". Él no quería casarse bajo ninguna circunstancia y yo no dejaba de pensar en un vestido de inspiración medieval con el que llevaba soñando desde niña.
Un buen día, sabiendo lo mucho que le gustaba a Xavi todo lo que estuviera fuera de lo convencional, le propuse que celebráramos una boda medieval: todos disfrazados y sólo amigos y familiares más cercanos.
Y así empezó todo. Recuerdo el 5 de septiembre como el día en que iba a dar una fiesta de disfraces, que además sería mi boda. Por la mañana fui a la peluquería con mi madre, mi hermana y mi prima. Todas las clientas me preguntaban si era yo la de la boda medieval, porque lo había oído por el barrio (gracias a mi amiga peluquera que se había encargado de difundirlo). Recuerdo el consejo de una señora mayor: "Con tu futuro marido no pelees, dale la razón y que te haga bien el amor. Si no lo hace bien, adiós". Cuando terminaron de arreglarnos subí foto de los peinados a la app Wedshoots y me alegró ver que algunos invitados ya habían empezado a subir las suyas. Algunas amigas también me enviaron mensajes prohibiéndome que subiera nada relacionado conmigo para que Xavi no lo viera, pero para mí lo importante era "esconder" el vestido, no todo lo demás.
Seguir leyendo »Mi hermana fue la encargada de maquillarme. Era la única que me conocía lo suficiente como para hacer algo con lo que me sintiera guapa y no una pared recién pintada y no me defraudó en absoluto. Y mientras ella me maquillaba yo acababa de escribir la poesía que tenía que leerle a Xavi en el altar.
Mis hermanos me llevaron a la Masía Segarrulls, donde celebrábamos la boda, y yo acabé de colocar los recuerditos que había preparado en el sitio de cada invitado. Y me enamoré literalmente de lo bonita que estaba decorada la masía, de las jaimas, de las mesas señalizadas con los escudos medievales que terminé justo el día anterior (cada mesa tenía el nombre de una película ambientada en el medievo: desde Shrek hasta La Princesa Prometida, pasando por Destino de Caballero, Braveheart...).
Después de colocarlo todo, los siguientes en llegar fueron mis padres, que me acompañaron a vestirme. Y entonces pasó algo terrible: las mangas del vestido estaban mal cosidas y la tira que se ataba en la espalda era demasiado corta. Para que os hagáis una idea, el vestido me lo hicieron a medida a partir de una foto que llevé y tras la última prueba quedó pendiente que alargaran la tira y que cosieran una goma en las mangas para que no se cayeran. Una vez listo, mis padres lo recogieron y lo guardaron en casa y yo fui tan tonta que no me lo volví a poner hasta el día mismo de la boda. Me enfadé muchísimo y empecé a volverme loca (y sentirme idiota, por no haberlo visto antes). Mi madre me ayudó a atar la tira y conseguimos que quedara bien. Sobre las mangas, me consoló diciendo que si la gente no había visto el vestido de la foto tampoco tenía por qué pensar que estaban mal. Así que como tampoco había solución decidí no enfadarme más y seguir viviendo feliz el día tan esperado.
Al poco de estar lista llegó Xavi, que también entraba a vestirse. Le encantó el vestido, le conté lo de las mangas y no le dio absolutamente ninguna importancia y me miró con los ojos más tiernos del mundo. Y supe que realmente daba igual, ¡porque por fin nos casábamos!
Subimos con la fotógrafa a las ruinas del castillo de Olèrdola y pasamos 1 hora haciendo las fotos del pre-boda mientras los invitados iban llegando y mi madre, como jefa de orquesta, los iba colocando. Cuando ya estábamos bajando en el carruaje tirado por caballos, llamaron por teléfono a uno de los cocheros que se giró y me dijo que me pusiera. Mi madre me llamaba, que no bajáramos aún, que faltaban mis abuelos y mis tíos... "¡Ah, no! ¡Ya llegan! Esperad 5 minutos y continuad bajando; ya estamos todos". Ufff... vale, esperamos. Y al fin llegamos. La madre de Xavi lo esperaba para llevarlo del brazo, y a mí me esperaba mi padre, vestido de soldado. Y fue entonces cuando me puse nerviosa, siendo el centro de atención, todas las cámaras apuntándome y mis amigos saludando. Cuando llegué al altar no podía dejar de sonreír y darle la mano a Xavi.
Contratamos unos actores que además eran músicos. Mientras 2 tocaban, otro hacía de cura e iba soltando bromas que Xavi y yo habíamos preparado previamente. Todo el mundo estaba a gusto y como en las bromas se hacía referencia a diferentes personas, todos estaban involucrados. El maestro de ceremonias dio paso a una de mis amigas, que preparó un discurso precioso (cada vez que lo leo me emociono) y finalmente llegó el momento de leer los poemas que nos habíamos escrito Xavi y yo. Me temblaron las piernas muchísimo (suerte que la falda era larga y no se veían las piernas ni una pizca) pero a él le encantó. Y el suyo, aunque más breve, estaba escrito perfecto.
Una vez casados, todos los invitados se dirigieron a la zona del convite y cuando llegamos nos recibieron con un "túnel" de espadas y tirándonos pétalos de rosas. Luego llegaron el momento de fotos y abrazos con todos, espectáculo de circo medieval, la comida (también con espectáculo), el pastel, el regalo de los amigos de Xavi: un cofre lleno de monedas de chocolate, euros, monedas extranjeras, serpientes de goma, coronas de cartón... ¡y finalmente el baile!
Como Xavi no sabe bailar (básicamente, no tiene ritmo), los actores nos hicieron empezar con un baile medieval sencillo, compuesto de saltos y cruce de pies, que terminaba por ir sacando a los invitados a la pista. Tras los bailes medievales hubo juegos medievales: tirar herraduras, estirar cuerdas en pruebas de fuerza, cabalgar un caballo de madera y meter una lanza por un aro, lanzamiento de ramo...
Y después de todo esto... ¡fiesta y bailes como los conocemos ahora! (dejando de lado "medievalismos").
Al día siguiente, Xavi y yo lo pasamos recordando cada minuto de la boda y literalmente, en todo el día, no hablamos de otra cosa. Los días posteriores fueron un no parar de familiares y amigos diciendo que era la mejor boda en la que habían estado, que los juegos habían sido geniales, que al final lo de los disfraces había sido divertido y que ojalá celebráramos los aniversarios de boda con algo similar.
Ya veréis, vuestro día será genial y todo el esfuerzo y estrés previos habrán valido la pena. ¡Felicidades por vuestras bodas!
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