La boda de Víctor y Verónica en Mangiron, Madrid

El día de nuestra boda

que se me iba a desmayar allí mismo. Pobrecito. Fue muy emocionante y emotivo y eso es lo que importa y no que canción bailamos, que perfume llevaba o si las flores eran blancas o rojas. Me sentí una princesa de cuento y ahora comeremos perdices para siempre.

Aún así, en el corazón se quedan grabados miles de momentos y detalles personales: llevar el velo de novia de mi madre, el perfume que me creó Víctor para la ocasión, las alianzas diseñadas por nosotros y realizadas con el oro fundido de las alianzas de mis abuelos, los votos que entregué a Víctor con tela de mi traje de novia, su mano acariciando la mía en todo momento de la ceremonia, el momento de maquillarme yo sola y en el que mis mejores amigas (entre ellas mi madre) me vestían, los detalles de mi ramo a juego con los brazaletes de mis damas y las flores que regalé a mi madre y a mi suegra (mejor madre política como le gusta a ella), la suelta de globos de corazón rojo mientras sonaba "yo por tí volaré" en duo, el árbol de los deseos que una de mis damas de honor y un best men hicieron y nos regalaron, los detalles para los invitados de médicos sin fronteras... y el calor y la alegría de todos los invitados. Inolvidable.