La boda de Pablo y Karla en Castelló/castellón De La Plana, Castellón
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10 Oct, 2015El día de nuestra boda
¿Quién nos iba a decir lo que suponía casarse? Y no me refiero al terreno sentimental, ni afectivo, ni de relaciones familiares. Sino al arduo trabajo "empresarial" de búsqueda, comparación, contratación y evaluación de decenas de aspectos.
Todo empezó un 1 de junio de 2014 con la petición formal de mano, a ella, claro, porque lo de pedirla a su madre, pues como que no quedaba demasiado del siglo XXI. Ella dijo sí, no podía ser de otra manera, y comenzaba la carrera contra el cronómetro.
¿Por qué buscar sitio si la boda iba a ser en 2015? ¿Tan pronto?
Pues suerte que nos fiamos del instinto de ella, porque los distintos lugares de ceremonias se ocupaban de una manera espectacular. Primer quebradero de cabeza: elegir rápido y bien. Costó un poco, pero en agosto la cosa ya estaba clara y podíamos proseguir. Nos decantamos, por la cantidad de invitados (no superaba los 100), por uno de los salones de Lledoners by Pairal, y al final del recorrido ha demostrado ser una buena elección.
Seguir leyendo »Y cómo decoramos, y qué flores, y qué...
Por esas fechas ella tuvo clara uno de los aspectos, el vestido. En una visita a Pronovias de Castellón se enamoró de uno y hecho. Dos horas solo les costó convencerla a ella, a su madre y a la mía. Pleno al quince. Yo tendría mi traje de novio a tres meses de la boda, en Paco Roca, todo un acierto. Dos cosas menos (y qué cosas), quizás las que más nervios pueden poner en una novia.
A partir de ahí nos relajamos un poco. Había tiempo y podíamos disfrutar de otros temas, que ya tocaba. Pero tampoco dejamos la preparación del todo, ferias de boda en Castellón y Valencia, viajes y curioseando de aquí a allá, en fin, sin prisa pero sin pausa.
Tocaba el turno a la Administración, cita en el Registro Civil, testigos, vamos lo que todos hemos tenido que hacer. Como iba a ser por lo civil, hasta aquí llegaba el trámite. Ya decidiríamos más adelante si lo queríamos en el propio registro o en un ayuntamiento (como al final sería).
Enero comenzó con el periodo de contrataciones de las cosas más "gordas" en cuanto a presupuesto, después del lugar del banquete y el vestido de novia, por fotógrafa (nos decantamos por Belmar en Valencia), y música (Discomóvil 3G de Castellón). Algo que los caracteriza a ambos es dar facilidades. Trato cercano y fácil, a parte de una buena relación calidad/precio, por lo que lo tuvimos claro.
Íbamos restando meses, y de forma inversamente proporcional, los nervios de ella crecían, ¡hay muchas cosas por hacer! ¡Qué no, mujer! ¡Que sí! flores, invitaciones, decoración, detalles, candy, viaje, etcétera.
Ahora el que se estresaba era yo. ¿Pero esto no debía ser bonito? Pues sí, al final lo fue porque las penas se olvidan pronto.
Como, quizás, en la decoración es una cosa en la que se fijan más las mujeres, pues ella tomó la voz cantante, y yo que la seguía plácidamente (por lo menos no tenía que pensar). Nanalondon Castellón fue el lugar elegido. La propietaria, Raquel, emocionada con lo que quería hacer, y con ello ilusión para nosotros también. Una más al bote. Además, prepararía también los detalles florales del novio y padrino, y el ramo.
Las alianzas, casi elegidas desde el principio en Joyería Font, también estaban controladas.
Las invitaciones parece que comenzaban a apretar, así que nos pusimos manos a la obra. Por mi trabajo tenía claro quién quería que me las imprimiera, Llar Digital, de Castellón, porque las íbamos a diseñar nosotros, así que todo fue sobre ruedas en este aspecto.
La ceremonia también la cerramos por la vía rápida. Bueno, no. Al pensar quién queríamos que la oficiara, un nombre nos salió rápido. Nuestra amiga, Yolanda, parecía la persona adecuada. Nos había visto crecer como pareja, y eso le daba puntos, y lo de hablar en público no le asustaba. Le hicimos una encerrona y no tuvo más que aceptar. Así somos, ¡directos y a la yugular!
¿Y el resto? A decir verdad el hecho que estuviéramos los dos trabajando con horarios complicados lo ralentizó todo hasta el final del verano. Los detalles fueron unas galletas con una pareja a la fuga (Chic&Craft, que cometió una errada en el nombre de la novia). Sin embargo, nos planteamos no dejarlo todo a terceros e "industrial", por lo que nos dimos al tema manual.
Por un lado hicimos unos servilleteros de cerámica para cada uno de los invitados, señalando dónde se tenían que sentar. Por otro, preparamos 10 tipos distintos de chapas con alfiler con motivos jocosos de boda y el material del photocall (pelucas, bocadillos de cómic, etc.), además de diseñar la lona trasera del mismo.
También decidimos personalizar cada una de las mesas gracias a la diseñadora Pilar de Marsalà que, a mano, elaboró los nombres de las mesas y el dibujo que iba detrás de la minuta. Todo ello, junto con el montaje de decoración, nos introducía en la temática de viaje, la que elegimos (ya, no muy original, pero nuestras vivencias lo exigían).
Los exteriores, además de las flores ya citadas, y de los elementos decorativos del propio local, se los dejamos a La Moreneta de Castellón, que preparó la mesa de firmas y el seating plan, una mesa de limonada (que hacía calor en octubre, increíble), y detalles para los invitados (como los muy utilizados por mí pañuelos para los sollozos colectivos).
El viaje lo habíamos cerrado ya con Nautalia. Tailandia nos esperaba desde antes de Pascua, y ese terreno lo teníamos controlado gracias a Laura. Uff, menos mal, porque amigos nuestros tuvieron esto pendiente de un hilo por cuestiones geopolíticas.
Poco quedaba ya a una semana vista que no fuera ultimar el número de invitados, acudir al local a montarlo todo, distribuir las mesas, consensuar detalles y ensayos... por lo que el momento se acercaba.
Nos guardábamos una sorpresa: el baile nupcial. Nos dimos a lo raro, una mezcla de canción romanticona (y que generaba el lloro si la escuchabas en la intimidad), y salsa, que preparamos gracias a nuestros profesores de Castellón Baila. Así que los ensayos coparon esta última semana.
Primero en el Ayuntamiento de Benicàssim certificamos que ya no había vuelta atrás, ya estaba el papel firmado. Podíamos fugarnos y no celebrar nada, o que los invitados lo hicieran ellos solitos. Desaparecer dos días antes de coger nuestro vuelo a Bangkok o disfrutar con familia y amigos…pues lo segundo, oiga.
Así que el día antes, beso de despedida y cada uno por su lado, no sin antes quedar con los familiares más jóvenes para hacer una pseudodespedida de pizzería. Yo a casa de mis padres y ella a nuestro piso, lo que ya era y sigue siendo, nuestro hogar. El día ya estaba ahí, un año y medio después, y nervios había. Sin embargo, lo que tenía que ocurrir ocurriría, y ya sólo quedaba dejarse llevar.
Madrugón por aquí y allá, fotógrafa en ambas casas, maquillaje (Le Bouquet), peluquería (Royo Inspiración), tocado (Tousette de José Puerta), coche prestado para ella por una amiga, recogida de flores, visitas familiares de último momento... Vamos, que todo en marcha.
Y allí nos encontramos, como transportados por una nube sin saber bien en qué agujero espacio-temporal nos habíamos metido. Rodeados por la gente que queríamos y que nos quería, con un día primavera-otoñal.
Oiga, que todo iba saliendo bien, y nosotros contentos. La cara y los labios, molidos de tanto sonreír de alegría (y para la cámara), de tanto beso. El corazón desbordado de tanta emoción contenida (y sin contener), viendo como la gente se lo pasaba bien y nosotros con ellos.
Fotos con todos (creemos), fotos en los exteriores del local, entrada nupcial al salón, brindis, corte de tarta, fotos en las mesas, entrega de detalles, baile nupcial y baile ¿desfase? para jóvenes y mayores (le dicen a Mª Carmen que su hijo está en el after hours... y no sé por qué).
En fin, que esta parte creo que nos la conocemos todos y, si no, nos la podemos imaginar, porque no difiere mucho entre unas y otras (excepto que pasara algo grave, que no fue el caso).
Y llegó el momento de cerrar el garito. Los últimos de Filipinas, familia he de decir, abandonábamos el local después de muchas horas de emociones, lágrimas, sudor y baile, dándolo todo, como decimos siempre los novios.
Cada uno a su casa... ¿sí? No, aún tuvimos tiempo de cambiarnos e intentar entrar en el local de nuevo a recoger parte de las cosas, así al día siguiente ya no teníamos que ir... vagos que somos unos vagos. Misión imposible, se habían ido a descansar... ¿y si hacemos nosotros lo propio? Pues sí.
Al fin habíamos cumplido nuestro sueño, y cómo le dije a mi novia en mi discurso durante la ceremonia: "... estoy seguro de que juntos el viaje será seguro y llegaremos, de una manera u otra, a los destinos que nos marquemos. Amor, quiero seguir viajando contigo todo el resto de mi vida...".
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