La boda de Javier y Ana en Donostia-San Sebastián, Guipúzcoa
En el campo Primavera Blanco 7 profesionales
J&A
17 Jun, 2017El día de nuestra boda
Nuestra boda empezó en el momento que decidimos casarnos, porque desde entonces empezamos a disfrutar del día. Pero el día en sí empezó para mi con un madrugón para ir a la peluquería. La noche anterior tuvimos un aperitivo con los invitados y entre llegar un poco tarde y los nervios, para las 6:30 se me abrieron los ojos. La sorpresa fue encontrarme a mi madre y mi hermana también despiertas en la cocina. Nos despertaron los nervios a las tres.
Primera parada, "la pelu", el mejor remedio para calmar los nervios y empezar a verte guapa. Para mi la clave fue que me me peinó mi peluquera de toda la vida, que sabe lo que me sienta bien y como soy. Un recogido prefecto.
Mientras tanto mi padre había recogido los petálos de rosa para tirar a la salida de la Iglesia así que solo me quedaba esperar a la maquilladora. Otro acierto, una amiga que sabe como soy y lo que le va a mi cara. En ese momento es cuando ya te empiezas a ver de novia.
Mientras se maquillaban mi madre y mi hermana llegó la fotógrafa y a ponerme el vestido. No tardamos ni 2 minutos, ya se nos habían pasado los nervios. Luego unas cuentas fotos mientras llegaba la hora. En ese rato me trajeron el ramo, precioso.
Seguir leyendo »Mi hermano fue a por el coche y para la Iglesia ya. Al salir del coche me di cuenta de que ya era el día, mi novio esperando en la puerta, guapísimo, algunos invitados fuera y muchos amigos que se acercaron a vernos. Desde dentro de la iglesia se asomaban algunos para verme y todo eran sonrisas. No hay cosa mejor para entrar feliz en la Iglesia, que todos te sonrían.
La ceremonia fue preciosa, con mis sobrinos llevando los anillos y las arras, un sacerdote amigo, mi hermana leyendo, un coro espectacular con un amigo como director. Y todos nuestros seres queridos a nuestro lado en este día tan especial.
A la salida la primera sorpresa del día, nuestros amigos con arcos y un dantzari esperándonos para bailar el aurresku. Fue un detallazo precioso.
Después de saludar escapada a ver a la abuela y hacia el restaurante. Para cuando llegamos no quedaba casi ningún pintxo, pero debían de estar muy buenos. En el cóctel hablar un poco con los invitados y enseguida las fotos de rigor, ¡hay que tener un recuerdo con todos!
La comida, maravillosa, y en el postre llegó el ochote. Un acierto, amenizaron la última parte de la comida. Al terminar entrega de ramos y novios y al poco el baile! A pesar de no haber ensayado mucho salío bastante bien y hasta conseguimos que bailaran los padrinos.
La única pena que me queda es que no puedes disfrutar del día entero con cada uno de los invitados, me hubiese gustado vivir el día pero 50 veces, con cada grupo. Lo que se me ocurre es organizar una repetición en cada aniversario. ¡A ver si lo consigo!
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