La boda de Gabriel y Marian en Pamplona, Navarra

El día de nuestra boda

He asistido a muchas bodas como invitada y nada tiene que ver cuando tú eres la protagonista. Después del gran día, me decía mi primo “estuviste con la sonrisa en la boca desde la llegada a la iglesia hasta el final de la noche”. ¡Claro! Y ¿por qué no? Mi cara era un reflejo de lo que sentía en mi interior y por eso exprimí y viví cada segundo al máximo.

Es inevitable sentir nervios previos y cosquilleo en el estómago, pero piensa que estás con la gente que eliges y quieres. Con lo cual, hay confianza y, aunque acaparas todas las miradas, siéntete plena, estás con los tuyos y es un motivo de felicidad y muchas emociones.

A grandes rasgos, me considero una chica detallista y quise guardarme varios ases sobre la manga para sorprender a mi pareja. En primer lugar, fue en mi llegada a la iglesia. Él creía que iría en el coche con mi hermano y aparecí en un coche rojo de los años 60. Más de uno quedó boquiabierto, no lo esperaban.

La siguiente sorpresa llegó antes de entrar a la ceremonia. Las canciones del coro las elegí junto a mi pareja. Pero él no sabía que la pieza de entrada sería sorpresa. Antes de acceder al templo, le dije: “escucha la primera canción". ¿Cuál era?: “Volví a nacer” de Carlos Vives. La elegí por la sencilla razón que su estribillo reza: “Quiero casarme contigo…” y reflejaba perfectamente la celebración que estábamos a punto de vivir. Así me dijo una invitada “escuchar Carlos Vives dentro de una iglesia fue brutal”.