La boda de Diego y Cristina en Santiago De Compostela, A Coruña

El regalo de los novios fueron unas tazas personalizadas con un avatar que creé de los dos invitados correspondientes. El regalo para los niños fueron unos cuadernos personalizados para colorear y con actividades y unos lápices de colores personalizados con avatares de cada niño invitado. La chapas para los invitados con frases para cada uno. Las varitas luminosas para el momento del baile. El cuadro de huellas con nuestros nombres para poner sus huellas digitales con tinta de colores como si fuesen hojas de un árbol en otoño. La cámara polaroid y el álbum personalizado con bolis de colores para poner las fotos en ellos y escribir una dedicatoria. La cesta en el baño de las chicas con un montón de cosas necesarias...

Finalmente, tuve una boda muy accidentada. Un mes antes de la boda mi futuro suegro enfermó de cáncer y se puso malísimo, pensamos si cancelarlo todo... (Finalmente y por desgracia empeoró en nuestra luna de miel y falleció a nuestra vuelta... nos quedó un bonito detalle del día de nuestra boda disfrutando de su compañía). Una semana antes me subieron el precio del menú por una equivocación de presupuesto. Un día antes el músico se quemó la mano y se quedó sin respiración por intoxicación con humo y tuve que buscar una alternativa (que me salió por 400 euros más). Me enfermé y tuve que tomar antibióticos dos semanas antes y durante la boda (también después en la luna de miel...) Pero aun así siguió siendo preciosa…

Fueron muchos pequeños detalles que llenaron ese día. Y la verdad es que ese día estaba nerviosa pero con tantas prisas por todo que se pasó volando. Primero peluquería con mis damas de honor. La uñas se me chafaron tres veces y vuelta a empezar. Luego no me dio tiempo de comer y comí una manzana camino a la finca para maquillarme y vestirme allí. Mi madre estaba nerviosa y caminaba de un lado para otro. Una de mis mejores amigas y mi prima se emocionaron cuando me vestí pero lo peor no fue eso... lo peor fue cuando, antes de ir a la iglesia, mi madre quiso quedarse sola conmigo para darme la bendición. ¡Y venga a emocionarme! Con las lágrimas en los ojos y mirando hacia arriba para que no se me estropease el maquillaje justo antes de ir a la iglesia. Salgo y mi padre se pone a llorar y mi tío y mi prima... en fin una locura y aún no había empezado nada.

Llegamos a la iglesia después de un camino en coche mi padre llorando y tosiendo y hablándome de la vida... y le digo venga papá respira y ni una lágrima, ¡hay que ser fuertes! Salimos del coche y mi padre coge aire (el pobre que se pasó toda la boda rojo como un tomate de aguantar la emoción). Y cuando voy por el pasillo me pongo a mirar la cara de todos mirándome y cuando me doy cuenta ¡Me olvidé de mirar la cara de mi futuro marido! ¡Ains!

En fin, la ceremonia preparada por mí de forma personal quedó preciosa. Le canté una canción sin que nadie salvo una dama de honor supiese. Se emocionó toda la iglesia.

Después las fotos de la familia y luego cambiamos de planes en el último minuto y no hicimos reportaje fotográfico sino que nos fuimos a la finca con todos los invitados a disfrutar nuestro gran día junto a ellos.

El día pasó rapidísimo y el tiempo nos acompañó en todo momento. En los aperitivos fue todo muy relajado y pude disfrutar de un instante con cada invitado. Y después en el banquete fue todo muy divertido. La gente se prestó a jugar y a bailar durante el banquete, cada mesa improvisaba un baile y ¡algunos quedaron espectaculares! ¡Ni que hubiesen practicado! La gente nos decía que hacía muchísimo que no estaban en una boda tan divertida y tan emocionante al mismo tiempo.

Después me puse mala del estómago (debido a haber estado de dieta meses antes y el día de la boda comer lo que quería....). Y pasé un mal rato, pero hice de tripas corazón y allí ni el “tato” se enteró de que yo estaba mala. En el baile todos se volvieron a emocionar de nuevo, sobre todo cuando bailé con mi padre la canción que compuse especialmente para él (debido a que está pasando por un cáncer y lo lleva como un campeón, se merecía el mejor regalo del mundo).

Y luego en la fiesta todo el mundo se lo pasó pipa, bailamos hasta las seis de mañana y finalmente contra todo pronóstico nadie se cayó en la piscina.

Finalmente, aunque un día de muchas sorpresas (buenas y malas) fue nuestro día, perfecto para nosotros... Lo mejor del día para mí: la sonrisa constante en el rostro de mi marido.