La boda de David y Laura en A Coruña, A Coruña

El día de la boda estaba super tranquila, ni yo me lo creía. Tenía a mi familia y algunos de los amigos más íntimos a mi lado, no necesitaba nada más, era como una gran comida familiar. Fui a la “pelu” (¡fantástico también! sin conocerme, sacaron lo mejor de mí y captaron la sencillez y elegancia que buscaba). Me vestí en el hotel (dónde estábamos los catalanes) y sacamos unas fotos preciosas del vestido y del momento con mi hermana y mi madre ayudándome. Era el momento del verso del padrino, mi cuñado, que nunca en la vida lo había visto tan nervioso. Me emocionó. Algo escrito muy suyo, me encantó. Un gran amigo.

Me vino a buscar un Cadillac del 53, azul. ¡Yo no lo sabía! fue sorpresa del novio. Gracias David, un detalle precioso, no lo olvidaré.

Nos encontramos en María Pita. El novio ya estaba con los invitados. La verdad, estábamos muy cómodos, contentos, y muy muy pero muy guapos. El novio no podía estar mejor vestido, impresionante (yo ya lo había visto). Mi vestido fue sorpresa total. No se lo había enseñado más que mis padres y hermana, nadie de la familia del novio ni ninguna amiga, ¡fue sorpresa total! y conseguí lo que quería, ¡se sorprendieron! no me esperaban con un vestido con volumen, super romántico, rompí los esquemas de casi todos, incluido el novio, pero era el vestido para mí, lo tuve claro des del minuto cero.

Nos casamos en el ayuntamiento de María Pita. Todos los invitados les encantó, precioso. Las escaleras, la sala de plenos, ¡todo! Con la música que elegimos, ¡claro! nada de marchas nupciales. Salimos a saludar todos después de un buen puñado de arroz y pétalos de rosa.

Tocaba tirar unas fotos, primero con los invitados y luego David y yo. La idea era la Torre de Hércules, pero subió la niebla. Plan B, improvisado pero fantástico. No queríamos alargar las fotos, teníamos ganas de subir a tomar el cocktail con los nuestros.

La celebración tuvo lugar en el Restaurante mirador de San Pedro. Estuvimos muy a gusto y fue todo muy rico (siempre hay nervios para que salga todo bien). Primero el pica pica en la bodega y luego la comida de plato arriba con vistas (a pesar de la niebla que no nos dejó ver toda Coruña). Sin darnos cuenta eran 20.30, ¡diós mío! pasó todo muy rápido, pero muy agradable al mismo tiempo. Bajamos a la bodega de nuevo para hacer unas copas y bailar un poco. Allí triunfamos, habíamos comprado unos gorros de espuma muy divertidos que todo el mundo ya se puso en la cabeza para empezar el baile y la noche. A partir de allí ya no cuento mucho, cada uno terminó la noche cuándo y cómo quiso.

Nos fuimos David y yo, cansados, contentos, sonriendo, sonriendo, sonriendo.

Si os puedo decir algún consejo, procurad no estresaros mucho, disfrutadlo, que sea todo muy natural, haced todo lo que os salga del corazón. Así seguro, seguro, que todo estará perfecto. No hay nada mejor que la gente esté a gusto, cómoda, contenta, y esto se consigue si los novios lo están. Me quedo con las caras de satisfacción de toda la familia y amigos y el montón de veces que nos han repetido que todo fue perfecto, especial, precioso, ¡inmejorable! ¡Me quedo con la sonrisa de todos ellos!