La boda de Daniel y Anna en La Bisbal Del Penedes, Tarragona
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D&A
07 Jun, 2014El día de nuestra boda
Daniel y yo nos casamos a principios de junio en un día bonito y soleado como pocos, ya que durante aquellas semanas había llovido muy a menudo. El sol me puso de muy buen humor, y lo necesitaba ya que mi día empezó muy temprano, a las siete después de haberme ido a dormir a las dos. El principio de esa mañana pasó muy rápido. Fui corriendo de un sitio para otro: a la peluquera (¡el resultado del peinado era un sueño hecho realidad!¡Había planeado e imaginado ese estilo desde hacía años!), a recoger las rosas blancas de mis chicas y la roja de mi madre (la de mi madre fue una sorpresa para ella), después a la maquilladora (¡una muy buena amiga!) y de vuelta para casa. Y ahí, sorpresa: me encontré el jardín, el salón y la cocina de mi casa invadidos por invitados llegados de todos los rincones del mundo hablando y riendo al son de alguien tocando el piano. Catalanes, rumanos (Daniel es rumano), ingleses, iraníes, brasileños, estadounidenses, canadienses, bolivianos, filipinos, belgas, peruanos y costariquenses, y no os lo perdáis: todos son parte de la familia o amigos íntimos. No fuimos mucha gente pero la gente que vino era gente muy querida por mi prometido o por mí.
Seguir leyendo »Entregué la rosas a mis chicas y a mi madre, y fue muy emotivo. Mi madre siempre ha sido muy especial para mí, y quería que lo supiera. Entonces llegó el momento de vestirme, y todo el mundo se fue para donde tendría sitio la ceremonia. Nos quedamos mis chicas, mi madre y yo solas con el fotógrafo y los chóferes. El de las chicas era mi cuñado, ya que mi hermana mayor era dama de honor, y el mío era mi querido hermano mayor.
Mis chicas ya estaban vestidas y estaban dándose los últimos toques en el pelo. ¡Las vi tan preciosas en los vestidos rojos que les había cosido! Entonces empecé a descubrir que todo el esfuerzo y el estrés de los últimos dos meses (porque sí, qué locura. Habíamos planeado nuestra boda en tan sólo dos meses) habían valido la pena.
Vestirme con mi precioso vestido de novia con la ayuda de mi madre y mi hermana mayor fue otro sueño cumplido. Ese día fue un seguido de sueños hechos realidad. Aun así, hubo detalles que se me escaparon, y por el mínimo instante me molestaron. ¡Me olvidé de ponerme el collar de perlas que me había regalado mi abuela, y el perfume preferido de mi prometido!
Mi hermano estaba listo, y su coche también. Aunque no estoy segura de que le hubiese gustado la idea, había hecho lo que yo le había pedido y habían lazos color rojo oscuro decorándolo, ¡incluso uno para la antena!
Nos pusimos en marcha. Tardamos cinco minutos desde mi casa encima de la montaña hasta el pueblecito donde nos íbamos a casar. Cuando salí del coche, mi padre me estaba esperando, y qué alegría encontrar que se había puesto mi corbata preferida: la roja con las mariposas de colores. También me estaban esperando un montón de gente, amigos del pueblo, alumnos y gente del pueblo de al lado que conocía que vinieron a verme entrar. Fue muy emotivo y precioso.
Y me tocó entrar. Nunca olvidaré esos instantes con mi padre fuera delante de la puerta, esperando a que empezara la parte de la música que nos tocaba. Podía oír la introducción, la gente levantándose, y mi corazón latiendo a mil por hora. Entramos, yo agarrándome del brazo de mi padre con fuerza.
Qué feliz me hizo ver a mi prometido esperándome al otro lado de la sala. Qué guapo estaba. Fue un momento muy especial. Aun así, a medida que andábamos por el pasillo entre las sillas, con todo el mundo mirándonos y sacándonos fotos, también tuve tiempo de encontrar el valor de esos últimos instantes siendo la niña pequeña de mi padre. Cuando por fin llegamos al final y subí la tarima con su ayuda, él me dio un abrazo muy fuerte, cogió mi mano y la puso en la mano de Daniel. Su trabajo y responsabilidad terminaron ahí.
La ceremonia fue muy bonita. Me gustó mucho el discurso del juez de paz, el énfasis que dio a la sinceridad y honestidad entre la pareja, la importancia a honrar el matrimonio, y a ser fiel. Habiéndonos amonestado y aconsejado de esa manera, nos hizo la pregunta, a la que contestamos, felices: "¡sí!". Entonces intercambiamos los anillos, y Daniel levantó mi velo. ¡Nuestro primer beso de casados dulce y amoroso! Todo el mundo se puso a aplaudir mientras Daniel y yo firmábamos, y entonces el hermano de Daniel y mi primo, los testigos, subieron a firmar. ¡Oficialmente casados!
Al retirarse el juez, subió el cuarteto de mi hermana a cantarnos una bendición basada en Números 6:24-26, "Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz”. ¡Las voces eran tan bonitas, y el mensaje tan adecuado para el comienzo de una vida juntos! Después subió mi padre a dar su mensaje, que curiosamente basó en las mariposas de su corbata ya que de un gusano feo y que no hace nada más que comer sale una criatura preciosa que se alimenta del néctar de las flores.
Después de su discurso y de las indicaciones de mi hermano, salimos, y empezaron los saludos y los buenos deseos de los invitados. Me sentí tan feliz sabiendo que todo era real, honesto, genuino de su parte y que de verdad Daniel y yo estábamos casados.
Cuando eso terminó todo el mundo se dirigió al sitio del convite. Íbamos a tener una mega barbacoa en una masía cercana, Mas Can Colomé. Todo estaba preparado, y había quedado precioso. A medida que llegaban los invitados íbamos sacando las fotos de familia mientras se preparaba la comida. En realidad, esa tarde pasó demasiado rápido. Comiendo, hablando, caminando de una mesa a otra, recibiendo regalos, sobres e invitaciones de visita. Nunca en mi vida había sonreído tanto en un sólo día. Fue demasiado bonito. Todo el mundo era feliz, reía, bromeaba, compartía y se notaba la atmosfera relajada en el aire.
El brindis de mi hermano me hizo llorar. Ese día me encontré muy llorona. Había llorado en la ceremonia, en los saludos y en el coche. Aun así, lo más especial de ese momento fue mi hermano. Él es mayor que yo. En mi vida entera no lo había visto llorar nunca, y sin embargo ese día tuvo que parar un par de veces a lo largo de su pequeño discurso a causa de la emoción. Al terminar, levantó su copa y nos deseó una larga y feliz vida juntos.
Cuando mi hermana dio su discurso también me emocioné. Hacía casi un año que ella se había casado, y basó su discurso en cómo Proverbios 31 había afectado su corta experiencia como esposa. Tener hermanos amados es de las mejores cosas que a una le puede pasar.
¡Y llegó el momento de la tarta! Era el momento más temido para mí, ya que la había hecho yo el día anterior. Mis temores resultaron infundados, ya que todo el mundo exclamó y se oyeron "¡ohs!" y "¡ahs!" cuando apareció. La pusieron encima de un barril y nos dieron la espada. ¡Ese instante fue genial! Hacía años que soñaba con cortar la tarta de mi boda con la espada de la familia de mi tío (una réplica de la espada de los antepasados escoceses de mi tía), y como a Daniel le había parecido una buena idea, había llegado el momento para que la cogiéramos del mango juntos y cortáramos la tarta. También la utilizamos después para darnos de comer mutuamente el trozo cortado, ¡y tuvimos que ir con mucho cuidado al meterlo en la boca!
Después de ese momento, Daniel y yo nos escapamos una media hora con el fotógrafo para ir a sacarnos fotos en los alrededores de la masía. A causa de eso, al final no tuvimos tiempo de probar la tarta, y tuvimos que contentarnos con llevarnos el resto que quedó cuando nos fuimos de luna de miel.
Al volver, una de mis damas y uno de nuestros amigos rumanos nos dedicaron una canción de amor rumana acompañada con la guitarra. Fueron unos minutos de tranquilidad en la terraza en los que sólo se escuchó la harmonía de sus dos voces cantando al ritmo de la guitarra mientras Daniel me apretaba de la mano. La letra era muy bonita y el resultado fue espectacular. Cuando terminaron todo el mundo aplaudió. La verdad es que cantaron muy bien.
Entonces llegó nuestro turno. Yo llevaba un tiempo preparando un discurso para mis padres, ya que ellos siempre habían sido una parte muy importante de mi vida y era gracias a ellos que había llegado donde estaba, y quería que lo supieran. Me costó mucho, porque estaba muy emocionada, pero valió la pena. Mis padres nos abrazaron, y mi madre también se emocionó mucho. Daniel también dio un discurso a sus padres dando las gracias por haber venido (vinieron desde Rumanía especialmente para el evento), por su generosidad y por su apoyo y amor a lo largo de su vida. También dio las gracias a los invitados por su presencia, ya que la mayoría venían de lejos.
Empezamos a repartir el recuerdo que habíamos preparado a mano, botecitos de miel decorados. Y los invitados aprovecharon para darnos regalos y postales, y darnos mensajes de aquellos invitados que no habían podido venir. Volvimos poder a abrazar y saludar a cada uno de ellos personalmente, a medida que empezaba a oscurecer, y llegaba la hora de retirarnos.
Mientras nosotros habíamos estado ocupados con los recuerdos y los saludos, nuestros familiares y amigos no habían estado de manos cruzadas. Cuando todo había terminado ya y nos dirigíamos al aparcamiento entre silbidos, pitos, y gritos de "¡Vivan los novios!", nos encontramos nuestro coche lleno de globos por donde la imaginación había encontrado un sitio donde ponerlos. De esta forma, Daniel y yo nos subimos al coche y nos dirigimos al inicio de nuestra luna de miel y nuestra vida juntos, mientras atrás todos se despedían a una gritando y pitando con el claxon de sus coches. A fuera, las estrellas brillaban y los globos bailaban al viento.
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