La boda de Ana y Alberto en Madrid, Madrid
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A&A
25 May, 2019El día de nuestra boda
El gran día amanecí relativamente pronto, pues a las 9:30 tenía sesión de fotos de la preparación en casa de mi abuela. El día anterior había sido agotador, preparando la decoración del restaurante y de la iglesia, y no había sido la noche que mejor había dormido, pero la emoción no dejaba espacio para el cansancio. Llegué a casa de mi abuela con el tiempo justo para ponerme la camisa y los pantalones y al momento llegó el fotógrafo y el videógrafo. Siguiendo sus instrucciones me fui poniendo las distintas prendas: pajarita, gemelos, tirantes... Algunas veces ayudado por mi madre y mi abuela, y cambiando de habitación para tener más variedad de fondos y luces. En un santiamén terminamos la sesión, y los fotógrafos se fueron a retratar la preparación de la novia. Mientras tanto, mi madre, abuela y mi hermana (que había llegado in extremis de la peluquería para sacarse una última foto) aprovecharon para maquillarse (no habían tenido tiempo antes de las fotos), y por fin nos fuimos todos a la iglesia.
Seguir leyendo »La iglesia Santa Clara, donde celebramos nuestra boda, es la iglesia del que había sido nuestro colegio desde los cuatro años hasta acabar el bachillerato, lugar en el que nos conocimos y que nos trae muchos buenos recuerdos. Allí, tras terminar de colocar el arroz y los misales, entre besos abrazos y enhorabuenas, recibí a los invitados que iban llegando. Tras lo que me parecieron unos breves instantes, me avisaron de que la novia estaba llegando, por lo que entramos todos en la iglesia. Cuando estaba todo el mundo sentado, mi madre y yo recorrimos el pasillo central para recibir a la novia al pie del altar. El coro, liderado por el que había sido nuestro catequista de confirmación, comenzó a cantar "all of me". Nos habían dicho que la canción de entrada sería una sorpresa, y la verdad quedó espectacular. Y entonces entró Ana, del brazo de su padre, con una sonrisa que no le cabía en la cara, y espectacular en su vestido blanco con corte de sirena. Cuando llegaron hasta nuestra posición, el padrino me cedió su brazo y juntos llegamos hasta el altar.
Manolo, el cura que ofició la boda, amigo de hace tiempo, hizo una ceremonia emotiva y divertida, en la que leyeron nuestros familiares, y amenizada por las canciones del coro que tantos recuerdos nos traían. Al acabar, la hermana de Ana y la mía leyeron un discurso precioso sobre nosotros.
Una vez hechas las firmas, salimos a la puerta, donde nos dieron una ducha de kilos de arroz, que se metió hasta la ropa interior. Después de abrazar a todo el mundo, los autobuses recogieron a los invitados para llevarlos al restaurante Normandie Ondarreta, que se encontraba a algo más de media hora de camino. Nosotros pusimos rumbo en el coche de boda al pinar de las Siete Hermanas en la Casa de Campo, lugar que habíamos elegido para la sesión de fotos. En algo menos de media hora terminamos, y pusimos rumbo al restaurante.
Entramos al jardín del restaurante con la canción de "shout" de the Isley Brothers, y como no teníamos nada preparado y no somos muy de improvisar no quedó todo lo bien que debería...
Lo primero que hicimos en el cóctel fueron las fotos de grupo, porque teníamos claro que queríamos tener al menos una foto de todos los invitados. Después, bajo el hilo musical de los clásicos del soul, fuimos saltando de una conversación a otra en los distintos grupos. Fue un momento muy agradable: buena música, riquísimos aperitivos, excelente temperatura, conversaciones con amigos y familia...
Después de algo menos de dos horas de cóctel, pasamos al salón, donde cada invitado se había sentado ya en su lugar, que habíamos indicado con el nombre manuscrito en una hoja de roble, en cada una de las mesas nombradas por tipos de árboles. En un alarde de frikismo, entramos al salón con la canción "concerning hobbits", y tras el brindis nos sentamos con nuestros padres en la mesa presidencial. Los niños de la boda duraron poco en sus asientos, pues en seguida quisieron ir a una tienda tipi DIY que habíamos puesto para ellos en el jardín, llena de juegos.
Entre la carne y el pescado, aprovechamos para regalar un ramo de flores nuestras abuelas, en lo que probablemente fue el momento más emotivo del día. Después, entre la carne y el postre, Ana entregó el ramo a su hermana. Una vez terminado el postre, aprovechamos para entregar los detalles a los invitados: unas tazas de peltre amarillas con una hoja de roble en negro y la fecha de la boda. Todo el mundo quedó encantado, y después de brindar con las propias tazas, nos preparamos para el baile.
Bailamos la canción "Annie's song", de John Denver, una canción con ritmo de vals que habíamos preparado por nuestra cuenta con vídeos de youtube. Quedó genial, y después, la bilirrubina y todo el mundo a la pista de baile. Los temazos y las copas se sucedieron en un ambiente genial, y tras cuatro horas que se me pasaron como media, llegó el momento de irse.
Tras numerosas bombas de humo provocadas por el cansancio y el dolor de pies, un reducido grupo de incondicionales llegamos a una discoteca en el centro, en la que terminamos de cerrar lo que probablemente haya sido el mejor día de mi vida.
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