La boda de Alberto y Sandra en Madrid, Madrid
De noche Invierno Blanco 2 profesionales
A&S
13 Dic, 2014El día de nuestra boda
Hoy hace un mes de aquel maravilloso día y me apetece revivirlo, así que allá voy con mi crónica. La noche anterior estuvimos con los amigos que fueron llegando tomando unas cervecitas, cosa que vino muy bien para olvidarnos de los nervios. Nos fuimos a dormir tranquilos, no estábamos nada nerviosos. Sobre las 5 de la mañana, en un movimiento típico de darse la vuelta en la cama, se me contracturó toda la parte derecha de la espalda y cuello y no podía moverme. Esperé un ratito y al ver que me moría del dolor desperté a mi chico que no se lo podía creer y le pedí que me llevara al hospital. Si, así empezamos el día. ¡Imaginad la situación! Llego al hospital llorando diciendo: “Hoy me caso y no me puedo mover”. Los médicos se portaron de maravilla y me dijeron que para las 5 iba a ir a casarme sin problema, así que me ingresaron y me metieron en vena unas cuantas botellitas (cosa que me dejó el antebrazo morado).
Para cuando me dieron el alta los medicamentos hacían efecto, así que no me dolía casi y cada uno nos fuimos a casa de nuestros padres. Yo le prometí que iría a la iglesia, aunque fuera en camilla. Mi madre por poco se desmaya cuando le conté de dónde venía, pero bueno, sobrevivimos, que es lo importante y hoy nos reímos de aquel rato. Como podéis imaginar, las siguientes horas fueron muy relajadas a causa de lo que llevaba encima. Vino la peluquera, me peinó y como estaba que no me tenía en pie, le dije que me maquillaría yo después, así que en cuanto se fue, coloqué unos cojines estratégicamente en el sofá para no destrozar el peinado y me tumbé unas cuantas horas. Llegó la hora de comer, maquillarme y vestirme. A la que me quise dar cuenta, estaba muchísimo mejor y ya estaba el fotógrafo en casa.
Seguir leyendo »Los días anteriores, el tiempo daba lluvia y no nos lo creíamos. Hacía un sol radiante hasta la hora de comer de ese día, ¡pero no! ¡Brasero no se equivocó! A la hora de salir de casa llovía como en las escenas de miedo de las películas y no paró hasta el día siguiente. Desde entonces, a día de hoy, no ha llovido más en Madrid. Pero no nos importaba, lo teníamos previsto. Así que allá iba, camino de la iglesia a casarme. ¡Madre mía! Por fin había llegado. El viaje en el coche hasta la iglesia fue una mezcla de sentimientos que no olvidaré.
Llegó el momento de bajarme, me agarré del brazo de mi padre y esperamos en la puerta hasta oír mi canción, el Canon de Pachelbel que nos tocaron nuestros primos. Allá fui y me encontré con él, el cual me sonreía, y el pobre, lo único que quería era que le dijera si estaba mejor. Fue una ceremonia cortita y bonita, con beso incluido. Cuando salimos nos lanzaron arroz y copos de nieve, hubo fuegos artificiales y bengalas.
Como llovía tanto, por supuesto no pudimos hacer fotos en exterior. Llegamos al restaurante, fue muy emocionante la entrada, los aplausos, todo el mundo me agarraba, foto por aquí y por allá, besos… Llegó el momento de sentarse a cenar y nosotros entramos bailando al salón para que pudiesen predecir lo que les esperaba. Y es que cada mesa tuvo su canción y su momento de baile entre platos y fue tal el éxito que al final pedimos que las pusieran todas seguidas y todo el mundo bailó.
Llegó la tarta que tantas horas de trabajo me llevó hacer, los regalos, me desnudaron a mi ya marido y me lo dejaron en calzones... Lancé el ramo, y nuestro baile... ¡Menudo momento! Después hubo la fiesta, la barra libre, el photocall, candy bar, chapas y esas mil cosas que habíamos preparado durante meses y que tanto éxito tuvieron. Y bailamos y reímos hasta el final. Un abrir y cerrar de ojos es lo que dura ese día.
Se nos complicó un poquito, quizás sí, pero con nosotros nada puede, y aunque más tiesa que un palo, lo disfruté lo más que pude. Soy llorona a más no poder y ese día no solté una lágrima, ya que desde que salí del hospital solo podía reír. A la mañana siguiente, ya en el avión rumbo nuestra luna de miel, parecía que todo había sido un sueño, pero tan real que no lo olvidaré nunca.
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